Hay quien dice muchas cosas sobre lo que nos hace o nos deja de hacer humanos. Yo diré que puede que no llegue nunca a tener una respuesta sobre el particular, pero si que la tengo sobre lo que definitivamente nos hace borregos, y es precisamente lo contrario de la tan en boga indignación, es básicamente nuestra capacidad de acostumbrarnnosy nuestra innata tendencia a perder la memoria. No hace falta buscar mucho para darnos cuenta. Ante la más agria de las polémicas de actualidad, si echamos un vistazo a la memoria, vemos todos los antececdentes en los que pudimos indignarnos. Puede que lo hiciésemos, puede que no, pero nos acostumbramos, y así seguimos.
Podríamos haberlo dicho acuenta del tabaco, tan de moda hoy en día, cuando lo prohibieron en los autobuses, y en los trenes, y en los aviones de corto recorrido, y más tarde en los de largo. Cuando lo prohibieron en los centros de trabajo, y en los restaurantes y nos callamos hasta que lo han prohibido en los bares, pero hasta a eso nos acostumbraremos. Pero esque miremos a donde miremos nos vemos en las mismas.
Esta semana he leido en Diario de Noticias un reportaje sobre los aparcamientos gratuitos en superficie de la ciudad de Vitoria. Corrijo, diré simple y llanamente sobre EL aparcamiento. Me refiero al de San Martín, al que se le dió una mordida para el ambulatorio y todo un bocado en toda regla para las próximas oficinas muicipales. Eso por no hablar de la feria del marisco o de la de las naciones.
El caso es que en una lectura rápida del asunto apenas leí más que referencias al futuro desastroso que se nos avecina. Y pensé que no será tan desastrosos. Que ya nos acostumbramos poco a poco. Que primero cayó el de la plaza de toros en el que se levanta la nueva. Que visto el servicio que hace a la ciudadanía en general más servicio hacía la vieja plaza y el rústico aparcamiento que la nueva multiusos, los pisos y los aprtamentos y las oficinas y la plaza.
Pero luego cayó el de las universidades, y ante la ciencia hay que plegarse, y más ahora que a todos se nos va la olla con las is las des y las is. Y el caso es que hoy ya nadie se acuerda de aquellos solares que tan bien nos venían. ¿Que fue de nuestra memoria? Lo mismo que de nuestra dignidad, nos acostumbramos a no tenerla…
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