Publicado en Diario de Noticias de ílava el 19 de abril de 2011
Duro destino este de nuestros tiempos. Vivimos como un Sísifo cualquiera condenados a reinventarnos. Subimos la colina y trepamos las montañas llevando nuestra carga de nombres para terminar cayendo a nuestros valles y llanadas a empezar de nuevo. Menos mal que en este empeño no estamos solos. A veces nuestros vecinos nos ayudan. Y copian de nosotros lo mejor, esa cortesía falsa que de siempre nos ha caracterizado.
Tenemos los alaveses una espinita clavada en el corazón que entre nosotros y los vecinos reinventamos sin compasión. A veces la convertimos en agujero, otras en cubito ausente o en permanente homenaje a Oteiza y sus vacíos. A veces la tapamos con nubes y otras le ponemos color y hasta vemos la temperatura de Treviño al mismo nivel que la de Burgos, Salamanca o León.
íšltimamente las aguas del Zadorra y las del Ayuda bajan revueltas bajo su mansa apariencia. No sabemos si será por el chacolí o por los ecos cercanos de un lejano tsunami. Puede que sea por los pasos de la Korrika que acabó el domingo, o por los votos que en breve habrá que echar p”™alante.
El caso es que después de darle unas cuantas vueltas al asunto, tengo la impresión de que en el fondo no estamos haciendo otra cosa que reinventar nuestra ílava querida, nuestra Araba maitia. Bueno, por ser más precisos no se si nos la estamos reinventando nosotros o, en otra muestra más del histórico alavesismo que nos caracteriza, estamos dejando que otros se la inventen.
Mientras pensamos cual de las dos ponemos delante, y debatimos sobre si ponemos una barra o un guión, la propia configuración del territorio nos va cambiando. El ílava central de la que hablan nuestras DOT y que tiene hasta su PTP, ese ílava nuclear que dio origen a la hermandad, no está en Vitoria ni en Gasteiz. Ni siquiera está en la Llanada. Está en la novena cuadrilla, la que empieza en Miranda y termina allá por el valle de Tobalina. Allá donde envejece el chacolí y producimos nuestros kilowatios gran reserva del 71. Aquí en el centro, en el corazón de nuestro alavés solar sólo hay un vacío. Así que digo yo de recuperar la iniciativa y reinventar el nombre y no poner ni barra ni guión y dejar entre Araba y ílava simplemente un hueco, que es lo que mejor y más nos identifica, un territorio que no es circular sino circunferencial.
Eso sí, si a alguien todo esto le deja frío que busque acomodo en la novena cuadrilla o emigre hasta la costa, que al precio que se nos ha puesto el gas aquí no se calienta ni el papamoscas.
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