He seguido esta campaña de la mano de uno de los cinco cabezas de lista que representaban a las cinco fuerzas políticas que a su vez representaban a la ciudadanía del municipio de Vitoria – Gasteiz. Hoy son cuatro y el mío falta, cosas del 5% de las que ya hemos hablado y que hoy no tocaremos. Hoy quiero centrarme en los cinco candidatos desde una perspectiva peculiar.
En mi condición de hombre de confianza del candidato de EB-B, José Navas, he seguido fundamentalmente lo que podríamos llamar la liga de honor de la campaña. Poco puedo decir de las ligas menores, no he tenido apenas tiempo para ellas. Pero ya sea por los debates, ya por el seguimiento que uno debe hacer de los mensajes y campañas, el caso es que uno no puede evitar forjarse su opinión, más allá de las posiciones políticas, de los contendientes con los que ha compartido escenarios y cuitas. Tampoco puede evitar uno cogerles cariño y verles como personas, vaya por tanto mi aviso de que todo lo que sigue está escrito en esa clave.
A la hora de buscar una metáfora que pudiese valer para los cinco, para su presencia y su actitud en campaña, para la vital y sobre todo para la trasmitida, encontré así por azar una que me viene al pelo, y que es, quede claro, contundentemente claro, una metáfora y no una insinuación ni nada por el estilo sobre las realidades vitales de aquellos de los que hablo. Se me ocurrió, decía, pensar en la droga que consumirían o que dada su forma de comportarse podría parecer que habían consumido.
Vaya en beneficio de los cinco que ninguno parecía haber bebido. El alcohol embota los sentidos, agarrota los miembros, reduce la frescura y es mal consejero por osado e imprudente, así que empezaremos de mayor a menor en el orden que las urnas han dictado.
Javier Maroto aparcía como un consumidor de cocaina en dosis sociales. Esto es, ni más ni menos, sino la justa. Siempre despierto, siempre sonriente, seguro de si mismo, ágil y complaciente. Aún estando quieto, cosa que comunicaba solidez, seguridad y estabilidad, esos valores de confianza que busca el votante de centro derecha, el brillo de sus ojos y el gesto de sus manos trasmitía cierta energía dispuesta a saltar en cualquier momento. Decía lo de las dosis sociales porque evidentemente no cuadraría en su campaña el exceso, el aparecer como un caballo desbocado que posiblemente gustaría a algunos, pero que a buen seguro espantaría a otros. Se trata de estar ágil y despierto sin andar a saltos o brincos.
Patxi Lazcoz ha hecho una campaña ácida. No por lo amarga o desagradable sino, en el contexto en el que estamos hablando, porque su droga ha sido el LSD. Como en un delirio ha navegado a un par de metros del suelo. Investido de un aura institucional de la que no se ha desprendido. Beatífico en su expresión, en la verbal y en la no verbal. Hasta en su vestuario ha alternado la seriedad institucional con algún que otro escarceo más informal en clave mitad de beatle, mitad de santo. Una apuesta por mantenerse alejado del mundanal ruido con que la crisis de su partido le ha salpicado y de trasladar confianza y dignidad a su papel de alcalde de la ciudad que ha gobernado.
Gorka Urtaran no tengo claro si los porros los fumaba de marihuana o de chocolate. Pero iba un poco así como desenfadado. Con cierto aire de universitario despistado. Con ese look que deja el cannabis consumido de forma no excesiva pero si continuada en el tiempo. Siempre feliz, siempre optimista. Hablando de sus sueños y de sus ilusiones. Un niño bueno capaz de encandilar a las amigas de tu madre y hasta a las compañeras de tertulia de tu abuela antes o después de sentarse a hablar con los hombres y trasladarles sus proyectos yhacerles decir aquello de… este chico promete, anda un poco por las nubes pero promete.
Antxon Belakortu está claro que lo que consume es speed. Frente al elegante y controlado Maroto y su cocaina, Antxon ha sido siempre más como de speed. Así como menos refinado, así como más agresivo. Agazapado, dispuesto siempre a saltar a las yugulares en esta campaña puede que sea el único que a veces cambiaba de sustancia. A veces aparecía como el niño reprendido, como si a falta de sus anfetaminas se hubiese tomado un kalimotoxo así en plan “tranki”. Como si alguien le hubiese metido en el despacho del director, le hubiese leido la cartilla, le hubiese peinado y le hubiese dicho aquello de y cuando salgas de aquí a ser bueno. Y lo era, pero era como si algo le faltara. Hasta que aparecía de nuevo el provedor de anfetas y Antxon resucitaba.
José Navas ha sido el heroinómano social de la campaña. La sensación que ha trasmitido es la de vivir el mundo que hace tan adictiva a la heroina. Sin excesos ni alegrías, pero sin penas. Fresco, tranquilo. Seguro de si mismo. Plácido. Con una permanente sensación de bienestar. Capaz de alternar la sonrisa, con el discurso más entero. Capaz de bromear sin parecer superficial. A la vez atento sin la rigidez del concentrado. Distante pero no ausente. Amortiguado pero no dormido y sobre todo, y tal como decía, con una plácida seguridad en si mismo y una sensación de tener lo creido por sabido y lo sabido por vivido. Una lástima, por la parte que me toca y por la que no también si atiendo a las muestras de cariño que ha recibido, que ahora esté ausente.
En fin. Que espero que nadie se haya molestado y que confío en que a todo el mundo quede claro que esto es una parábola, una metáfora, que detras de las luces de los debates y las entrevistas no hay, para nada, un festival de estupefacientes. En ese sentido, y en otros también, los cinco son como deben ser, buenos y encomiables trabajadores.
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