Que vivimos en tiempos en los que la sensibilidad no es un valor de moda no creo que lo discuta nadie. Que a veces esa insensibilidad se haga tan manifiesta y patente debería hacernos reflexionar un poco a todos.
Los medios tienen, tenemos en la parte que me toca, la firme vocación de denunciar las actitudes ajenas. Pero tan bien a menudo cometemos el pecado de no aplicarnos lo que decimos. De ser incapaces de ver la viga que tan dignamente llevamos en el ojo propio.
Protestamos ante una sociedad que pierde los valores, y en lo más tonto de las cosas contribuimos a quebrantarlos sin reparos. La prensa, en todos sus medios de expresión, reales y virtuales, escritos, hablados y audiovisuales, es a veces un firme defensor práctico de los valores contrarios a los que defiende o dice defender.
El caso de Ortega Cano es uno de ellos. La insensibilidad es alarmante. La insensibilidad frente a los dramas reales y la sensiblería frente a los creados, frente a los mitos y los ritos de la fama y el espectáculo.
No seré yo quien no lamente el delicado estado del diestro. No, que va. Difícilmente puedo hacerlo. Lo tengo como alguien cercano. Me sé de sus amores y desamores, hasta de sus cánticos festivos estoy enterado. Me sé todo lo que me han contado sobre su vida y milagros. Nunca he comido con él, ni nunca hemos cenado juntos pero sé de él por así decirlo casi más que de mi hermano.
Nada sé sin embargo de la vida de un paisano que a lomos de su cochecito iba de nadie saba donde a nadie sabe qué. Sabemos que sus iniciales eran C.P.C. y que tenía 48 años. Dos años más que yo. Según parece su culpa fue circular por el carril adecuado con su cochecito cuando el mercedes del diestro que no lo fue tanto al volante invadió su carril y se lo llevó por delante. El accidente lo sufrió él. El desconocido C.P.C. El titular que dice “Ortega Cano sigue en la UCI tras sufrir un brutal accidente de tráfico” debiera decir más bien “Ortega Cano sigue en la UCI tras provocar un brutal accidente de tráfico”, o en todo caso y por no prejuzgar, “Ortega Cano sigue en la UCI tras un accidente de tráfico”.
Ya se que es antirentable. Ya sé que es utópico. Pero no estaría de más que alguien se acordará de ese hombre que hasta ayer no existía en el mundo irreal de los medios y el glamour y que hoy, sin comerlo ni beberlo tampoco existe ya en el real de sus dichas y desdichas, sus alegrías y sus desgracias. Casi seguro que tenía familia, amigos, y puede que hasta a alguno le cayese bien. No lo sabemos ni creo que lo sepamos. Pero mientras quienes le acompañen esperan en el tanatorio a que nunca regrese podrán leer eso sí, la vida y milagros de Ortega Cano, a quien, vuelvo a decir, no deseo nada malo, y se preguntarán sobre lo poco que vale la vida propia y lo que hacemos valer la que nos es ajena.
En estos días en que tanto se apela a la realidad ya, no estaría de más reclamar también un poco de ¡Sensibilidad YA!
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