Ficha: Craig Adams, piano y voz; Reginald Nicolas, guitarra; Ben Bester, bajo; Alvin for jr, batería; Dale Blade, Christina Perrier, Anjelica Joseph, Solistas; Coro
Ayer comenzó el Festival de Jazz su 35 edición. En realidad ya el domingo dio sus primeros pasos, pero la puesta de largo de las sesiones estrella, (Principal y Mendizorroza), fue ayer. La noche Gospel.
Antes de entrar en harina me quedaré en el envase y haré, como acostumbro, un par de aportaciones en positivo. Teniendo en cuenta que el festival es un punto de encuentro en dos sentidos, con la música y con los amigos de dentro y fuera, sería bueno que aún a pesar de ser un único grupo, se hiciese como hace años con las películas largas, un descanso. Se consigue con ello varias cosas positivas. Dada la edad media del público, se permite a las próstatas vetustas llevar mejor la parte final del concierto. Por otra parte permite comer el bocadillo sin morder el papel, vamos, con la luz encendida. Además aumenta los ingresos de los hosteleros (aunque con esos precios invitan a llevarse el bocata de casa). Y lo que es más importante, dejan unos minutos para saludarse.
Ligando el envase con la harina, para mi por lo menos, ayer eso de encontrarse con viejos amigos e incluso saludarlos era un buen motivo para acudir a mendi. Cuando volvía para casa iba pensando que fue el único.
Debo ser muy raro. Ni soy un crítico, ni soy un purista, ni soy un “experto”, de manera que si lo de ayer no me emocionó ni me dijo nada, a juzgar de algunos, incluidos el factotum del festival, debe ser porque soy raro.
N me gusta mucho el gospel, lo reconozco, pero entiendo que es un tipo de música que debe tener feeling, que debe emocionar, que debe ser algo más que un buen concierto. Para mi no lo fue. Fue correcto, pero no emocionante ni emotivo. Tanto deambular por aquí y por allá, como gospel no fue tan espiritualmente vibrante como otros grupos que han pasado por aquí. Como soul sinceramente creo que hay voces con mucha más alma que las que ayer nos cantaron, y como blues, sea con su rythm delante o con su roll detrás, quedaba todo muy lejos del tío del artista. Los músicos estuvieron, y bastante hicieron, hasta el pobre batería que parecía un taxista detrás de su mampara, un reo peligroso en su cámara blindada o un bancario temerosos refugiado en su caja acristalada.
El ritmo era más visual que musical, y si se me apura lo que más invitaba a moverse era ver moverse a los que sobre el escenario estaban, invitados excluidos.
En resumen, que cuando reviso mi cuaderno de notas (escritas no músicales porque de estas últimas no tengo ni idea) lo único que veo es una frase relativa al traje de Dale Balde y hasta con su aplicación al de Craig Adams. Es algo así como que
Para que un traje te quede grande sólo hay dos opciones… o el traje que coges es grande para tí o tú eres pequeño para el traje que coges.
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