Mientras aguardo turno para pasar por la ducha y ver si conseguimos llegar a Vitoria a ver a los blusas y a las neskas, he estado ojenado la prensa (digital y tal) y ha habido un titular que me ha llamado la atención. “Vitoria pierde 5.200 extranjeros en un año, una cifra insólita“.
No voy a entrar en si el hecho es de por sí raro, extraño o desacostumbrado. No me lo parece. Y menos con la que está cayendo en la economía mundial y ahí entramos hasta nosotros que aunque seamos pequeños si que se nos ve, como a todos, en el mapa de la crisis. No es raro que la gente puesta a morirse de hambre prefiera moririse en casa propia antes que padecer en casa ajena. No es extraño que, extraños como son y a muchos les gusta recordárselo, en tierra extraña opten por volver o por seguir viaje. No es desacostumbrado, que sigan aspirando a seguir en pos de la fortuna, entendida esta no como la que ganan algunos de sus paisanos que visten de corto y a los que no miramos como emigrantes sino como estrellas, sino como la que impide que veas a tus hijos como niños de un campo de refugiados etiope-somalí.
Tampoco voy a entrar en si el titular refleja o no el hecho cierto de que a pesar de las 5.200 bajas el saldo es finalmente positivo, porque si que me parece noticiable que el efecto llamada esté prácticamente compensado por el efecto decepción. Ni tan siquiera voy a entrar en esa cuestión que siempre he dicho:Â puesto a considerar a alguien de fuera de vitoria, tan de fuera de Vitoria es el de Lugo como el de Lima, y lo digo por poner dos ejemplos, no porque tenga nada encontra de Lugo ni a favor de Lima, ciudades ambas que no conozco.
Lo que me llama la atención es que lo cierto es que este tipo de cifras demuestran que la gente no se mueve por las ayudas sociales, esas que son tan suculentas según dicen algunos. Se mueve en todo caso por las ayudas honestas y reales. Las que se materializan únicamente en la posibilidad de contar con una oportunidad para ser normales. Yo creo que todo el mundo sabe cuando viaja que encontrará dificultades adicionales a las que encuentran los nativos. Pero en ciudades como la nuestra, en que los nativos son pocos y muchos los llegados, aunque sea de cerca y hasta eso es relativo (está más cerca Bayona que Cadiz), uno también debería esperar que los llegados ya asentados, los residentes, tuviesen un poco más de memoria y se acordasen de los días aquellos en que ellos también miraban un cielo extraño y buscaban su sitio en una tierra nueva.
Lo que me llama la atención (y si no invito a un paseo por los comentarios de la noticia que me sirve de excusa y argumento) es que visto que las ayudas sociales a las que me refiero no parecen ser suficiente, todavía haya quien diga, pues eso, que se vayan a ver si ahora podemos nosotros disfrutar de las ayudas, como si no lo hiciésemos si cumplimos los requisitos y nos tomamos las molestias necesarias. Que hay abusos no lo niego, pero aún su posibilidad no creo que sea un motivo bastante para dejar lo propio lejos y adentrarse en un mundo que hacemos hostil y a veces hasta violento. Y puestos a abusar, a ver cuando nos queda claro que, si alguien abusa de nostros, entendiendo por nosotros los que estamos, somos desgraciada y frecuentemente nosotros mismos o mejor dicho, algunos de los que pensamos que son parte de nosotros y que nos quieren mucho menos y son mucho menos honestos que muchos de esos ellos que no queremos hacer nosotros.
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