Ahora que por fin ha salido el sol es buen momento para recordar esos días de la otoñal primavera vitoriana en los que hemos podido disfrutar del turismo interior. Esto es, como no andamos para viajes, recorremos nuestro interior. Como no deja de sorprendernos la admiración que levanta entre los otros la city en la que vivimos nosotros, nos ponemos en la piel de los otros y, dejando atrás prejuicios y convenciones tan de Vitoria y hasta de tan de Gasteiz, nos lanzamos a gozar de este cachito del solar. ¡Qué bueno es animarse y sentirse turista en tierra propia!
Los niños ayudan mucho, sobre todo si son de la familia. Para ellos todo es nuevo, como para los turistas, y en el fondo lo mismo les da París que Pompeya, la cosa es hacer algo fuera de lo habitual, y eso, en Vitoria, es relativamente fácil. Sólo hay que atreverse.
En el lejano julio que hoy acaba pasamos unos días mi hija y yo en Vitoria. Más que nada para no andar dando idas y vueltas con eso del jazz. A mi me gusta sentarme en una terrazita y ver como ella se come un helado (a mi me gustan más las terrazas que los helados). De pronto la ciudad se te empieza a parecer a otras que has visitado y lo que es más importante, tú te empiezas a parecer a ti mismo cuando las estabas visitando. No hace falta cerrar los ojos sino todo lo contrario, abrirlos. Si no te inspiras basta con fiajrte en algún turista y probar. Si todavía no te ves en el papel, te pasas por la oficina de turismo y te dejas explicar, como si fueses de fuera. Coges tu planico y tus folletos y te pones una ruta a explorar. Como si fuese un juego. Si todavía sigues pertinaz en no verte de turista te cuelgas la cámara en ristre, llenas tu cartera de euros contantes y sonantes y entras despreocupadamente en esos bares que a diario no te permites y hasta te comes un pintxo de esos que normalmente disfrutas con la vista.
Es algo que recomiendo todos los años, y en este caso los consejos que vendo para mi si que los tengo.
Aprovechando una de las pocas tardes no lluviosas de julio, cumplí con un anhelo que tenía hace tiempo. Armado de hija y de paciencia, y por el módico precio de 7 euros los dos, me monté en el gasteiztxo tren, el de baja velocidad, el que no necestia vías, y como un turista más me di una vuelta por lo nuevo y por lo viejo de la ciudad. Hasta tengo fotos de la niña en plan turista. Oye y mira tú… realmente Vitoria no parece ni Gasteiz. No veas tú lo curioso que es pasar por tu ciudad en un curioso artefacto viendo como tus paisanos te miran como las vacas al tren. Indiferentes ellos mientras rumian los mismos alimentos que tú mismo rumiabas apenas hace unos momentos. Que si el BAIc rebautizado ahora como ZEEAc (Zoritzarrez Ez Eskerrik Asko center o VaASerQueNo Center); que si la mezquita y la invasión de las aceras; que si la prensa y el txupinazo que este año monta tanto tanto monta; que si vamos por fin a arreglar América Latina (la rotonda, ni la salud de Chavez ni la vital perseverencia de Fidel );Â que si la estación la enterramos aquí o allá y que el tren salga por Antequera; que si el que quiera orquestas, teatro, coros o toros que se los pague aunque sea concejal; que si la caja municipal (la de los dineros del consitorio, no la vital que como todas lleva camino de ser la enferma transitoria) es más un gruyere que un idiazabal; que si euskaltel subvenciona las fiestas y vamos a ver si movistar nos paga el plan de movilidad, que si yo que se qué. Los vitorianos ya me entienden.
El caso es que tú, ajeno a todo ello, Correría para arriba y Herrería para abajo. Eso sí, como buen vitoriano no puedo evitar la ocasión para tocar un poco los coj… Porque digo yo, teniendo en cuenta que casi todo lo que hay que ver, sobre todo para nosotros que poco alzamos la vista de nuestro pie de calle está mirando para arriba… ¿a nadie se le ha ocurrido ponerle a los vagones un techo de metacrilato? Es que con el que lleva (imprescindible en Vitoria, bien es cierto) no hay forma de ver nada de lo que te va diciendo el guía en versión mp3. Por cierto, que supongo que ingleses o franceses tendrán algún tipo de opción de no ser vitorianos, porque el tren solo habla euskera y castellano… bueno, lo dejo que ya me estoy poniendo en vitoriano-gasteiztarra.
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