Estaba oyendo el informativo local y me he dado cuenta de que, en cuestión de urbanismo también, las pequeñas intervenciones son las que más trascendencia tienen, y si no al tiempo.
Van los sesudos urbanistas, los arquitectos del espacio urbano, los antropólogos, los sociólogos y se ponen serios. Opinan los psicólogos sociales. Acechan taimados y silenciosos los especuladores. Los expertos en tráfico rodado o andado hacen sus cálculos y hasta lo metereólogos emiten sus informes sobre vientos, aguas y soles. Los ambientalistas revisan con lupa la especificaciones de efeciencia energética y hasta la proporción de los colores verde, gris y rojo. Los deportistas escudriñan sus dotaciones o la previsión de ellas. Los futuros padres el sitio donde estará su guardería y luego su colegio. Los abuelos buscan residencias y tutelados baratos. Hasta los curas, los Imanes, los evangelistas del nuevo y los judíos del antiguo testamento buscan un espacio para sus templos. Al ayuntamiento le preocupan sus oficinas y sus centros cívicos, y a ADif y Fomento el tunel por el que meterán el ferrocarril.
Todos juntos discuten acaloradamente y trazan planos y emiten informes y propuestas. Todos dedican horas de estudios y complejas simulaciones informáticas. Y hasta buscan sus apoyos para luego montar sus pollos. Ayyyy ingénuos engañados y creidos de si mismos…
Mientras ellos viven en su mundo, un camión avanza inadvertido. Se detiene y bajan un par de operarios junto a un trozo de hierba, uno de esos que espera disfrazado de cesped convertirse un día en uno de esos grandes proyectos que los del olimpo sueñan. Ajeno a sus discusiones bizantinas y más pendiente de otros sexos que del de los ángeles, el operario avanza con un arma mortífera para los grandes planes. La coge con ambas manos y la clava en la tierra.
El arma es una azada, y con ella se hace un agujero, y en el agujero se planta un arbol, autóctono o emigrado, que aquí todavía no hay xenoxilofobia, y deja tú que pasen unos años y ya la has liado. Ni planes ni proyectos. El arbol no lo toca nadie y coge usted sus planos y se los mete por…. el tronco.
En fin, que en estos casos si que puede decirse aquello de que los planes y los planos no nos dejan ver crecer el arbol que los acabará tapando con sus ramas, las ramas por las que se andan estos incosncientes que no se dan cuenta que lo que importa de verdad es tener cuidado con lo que plantas y donde lo plantas. En sitios como Vitoria eso sí que es crear futuro y ordenar el espacio a años vista…
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