A menudo contemplamos en las redes sociales como algunos agentes interactuan entre ellos frente al mundo, eso sí respetando las oportunas convenciones de jerarquía. Estas reglas jerárquicas son en cierto modo similares a las que se producen en la relación profesor – alumno, jefe – empleado, gracioso – soso, etc. etc. El mecanismo es casi siempre similar, el lider dice algo que es aplaudido por el follower quien como mucho hace uso de algún tipo de ingenio propio, siempre tímidamente y sin hacer sombra, de forma que el lider pueda vanagloriarse de lo bien que le ha entendido su gregario, y en ocasiones incluso apreciar cierta originalidad en la aportación, eso si, siempre complementaria a la suya propia y superior.
Suelo escribir a menudo que las nuevas tecnologías si son nuevas en algo es precisamente en la tecnología, pero que a menudo no condicionan ni transforman los comportamientos sociales humanos en cuestiones más allá de las puramente formales. La esencia de los usos relacionales permanece, y estos fenómenos virtuales pueden a menudo explicarse tomando referencias del mundo real.
A este tipo de comportamientos, a los que denomino corrillos 2.0 los podemos definir como aquellas interacciones entre individuos con una relación jerárquica asumida y manifiesta que circulan y transitan en un universo concreto y cerrado, tanto en el rango de lo que es opinable como en la opinión que sobre ello debe tenerse.
Lo más curioso del caso es que a menudo adoptan una forma teatral, parecen responder a un guión, y sus personajes se comportan tal como era de esperar en función del reparto de roles que les ha tocado en la conversación. Vamos, que uno no sabe si es fruto de la espontaneidad o de una meticulosa planificación, que por otro lado no es tan buena como debiera porque el resultado es evidente.
Este fenómeno se produce especialmente en el campo de la comunicación política. Quizás porque es el que con más prisa de la conveniente se está involucrando en este asunto de las redes sociales. Quizás porque la política, con redes sociales o sin ellas, y volvemos al mundo real para explicarnos lo que ocurre más allá, es muy propicia a este tipo de relación, cerrada en cuanto a los temas pertinentes, cerrada en cuanto a los enfoques de los temas y cerrada en cuanto a las opiniones sobre los enfoques.
No es infrecuente como se intercambian opiniones entre politicos manifestados (aquellos a los que todo el mundo reconoce por sus cargos) y manifiestos, aquellos a los que todo el mundo caza por su manera de relacionarse con unos y con otros aún a pesar de no ser a menudo policamente manifestados.
Si responde a una estrategia de comunicación o a una táctica en el uso de las redes, personalmente me parece manifiestamente errónea. Y el error se basa en que hablar en público, o sea delante del público pero ignorándole, no es lo mismo que hablar para el público y con él.
Este tipo de corrillos funcionan como los “aparte” del teatro clásico. Pretenden ser un guiño a un público que no puede intervenir, hacerle cómplice y partícipe de lo que piensan unos actores de los otros. Y en el mejor de los casos son como esas escenas en las que frente al público los actores hablan de los que han abandonado escena como si ellos no les oyesen y nosotros tuviésemos que escucharlos.
Pero el caso es que las redes sociales no son como el teatro, el cine o la televisión. Aquí no hay límite entre el escenario y la platea. Aquí hablamos todos con todos, o al menos así debiera ser, y lo que buscamos es precisamente derribar esos círculos cerrados en los que se encierra la clase política: Temás políticos, con enfoques políticos y opiniones de partido, y si no lo son, lo mismo da que sea el futbol, los toros o el precio del pan, se convierten en temas políticos y ya está.
El efecto corrillo desmoviliza los esfuerzos por conectar con el resto del mundo y romper con ese círculo. No incentiva a nadie meter baza en una conversación en la que sólo puedes alabar a unos y criticar a otros, en la que se trata de ver quien es el más ingenioso, eso sí, dentro del repertorio acordado y compartido entre los que hablan. Es más, incluso invita a no conformarse con el papel asignado y, recuperando el simil del teatro, levantarse del asiento y abandonar la platea. Afuera, en la calle es donde están los corrillos en los que todos hablan y comparten, desde sus opiniones y sus gustos, y hablan del tráfico y del teatro, y los mismos agentes cambian de corrillo según quieren, y siguen siendo ellos mismos.
Para los corrillos privados hay otras herramientas, incluso tecnológicas, pero las redes no. Que aprendan por ejemplo de la bolsa, donde los corros reales ya no existen, pero tampoco son públicos. Si lo que quieren es hacer comunicación, incluso desde una perspectiva polítca, sean personas, hablen como hablan las personas, incluso de los temas de los que hablan, y sin quere r tener siempre razón ni que te la den. La vida real es así, hasta en su versión dos punto cero.
[…] dije algo de esto a cuenta de la tendencia de los políticos a usar las redes sociales en modo Corrillos 2.0. Por supuesto que no hablo de todos, pero si que es sintomático del uso que algunos hacen de […]