A veces hay que ser claro. Habitualmente, y más aún en las ciudades de provincias hay una especie de código de honor que obliga a todo opinante a cerrar filas en torno a lo que se hace con independencia de cómo se haga. Más aún si lo que se hace se hace a mayor gloria de una figura local.
En Vitoria Gasteiz tenemos a la vista una exposición local dedicada a uno de nuestros más globales exploradores. En muchos sitios oiremos maravillas sobre la exposición. Las oiremos porque podrái parecer que criticar la exposición es criticar la figura expuesta y eso si que no. Bueno, pues yo voy a ser claro y valiente. Tanto al menos como los que desde su experiencia y convicción puedan decir que el esfuerzo expositivo es bueno; tanto como los artífices del montaje expositivo y los autores del relato en que se basa, de cuya buena intención ni puedo ni debo dudar.
Lo primero que diré es que, vista la exposición ni sé más ni menos en lo que al explorador se refiere. De manera que mi opinión sobre él sigue basándose en lo que de antes ya sabía. No digo yo que no se diga. digo simplemente que se dice de forma tan obtusa y poco atractiva que no he sido capacidad de leerlo.
Y hablando de lectura, he ahí el segundo de los puntos altamente cuestionables. Coincido y me hago sentir del sentimiento por varios expresado de que se trata básiamente de uan exposición de libros que cuenta con un gran inconveniente, que no se pueden hojear. Los libros encerrados en vitrinas no son libros. Son portadas o páginas abiertas que no se dejan tocar ni hojear.
Se me dirá que para eso estaban los textos. Y una vez más diré que estos eran tan extensos que invitaban a todo menos a leerse.
Resumirá por tanto las carencias que he observado:
La exposición dedicada a un aventurero debiera ser sobre todo una aventura. Esta es un despleigue de erudición bilibográfica.
Aún siendo la historia buena (que no lo dudo pero no lo sé porque no la entendí), la otra mitad de la clave narrativa es saber contarla, y en este caso he de decir que la exposición es pesada y aburrida.
Aún comprendiendo el ansia de cubrirlo todo, lo cierto es que una exposición debe ser capaz de atraer a mi hija de 9 años e interesarme a mi, su padre de 46. Ni a uno ni a otro, y he de decir para que quede claro, que la misma hija y el mismo padre hemos disfrutado en la galería de paleontología y en le museo de historia natural de París y hasta en el de ciencias naturales de Vitoria Gasteiz.
Una exposición no es como el pisuerga… que pasa por valladolid. Los objetos tienen que tener su significado y su significado debe estar justificado por la historia, por el relato que la exposición nos narra. La excursionista, la coral, la logia, esto parece más un catálogo que un intento de darnos a conocer a quien fue.
Una exposición no es un muestrario de obras completas… es más, por encima de cierto volumen y concentración, la información se convierte en ruido, y el ruido no informa, si acaso distorsiona o distrae.
Por otro lado todo lo anterior duele más si cabe, si tenemos en cuenta que no se trata de hablar de la vida de un aburrido inestigador de archivos, o de una gris rata de laboratorio. Yo insisto en mi caso personal, pero insisto por lo que de significativo tiene. Llevé a mi hija pensando en que se divertiría y fui yo pensando que me ilustraría… y nos fuimos los dos igual de vacíos que como entramos.
Alguna consulta más que he hecho sobre el particular me ha ratificado en el asunto así que me apunto desde hoy a los que pide un desagravio para quien parece tan ilustre personaje. Alguien que a buen seguro se merece que todos le conozcamos y apreciemos. Que sea para nuestros hijos un héroe como lo son muchos posiblemente con menos mértiso y vicisitudes, y para nosotros un referente…
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