Estoy a punto de terminar Planilandia de Abbot. Una simpática paradoja sobre las dimesiones y su percepción. Sobre la limitación que nuestro propio mundo impone a nuestra mente a la hora de percibir y experimentar las percepciones. Todo ello explicado en base a mundos de una, (linealandia), dos (planilandia) o tres dimensiones (espaciolandia).
Estoy a punto de empezar a preocuparme ante ciertas noticias que vienen de uno y otro lado del atlántico y que hablan de ciertas operaciones de minería en el subsuelo alavés. Dicen que sacarán gas pero, según parece, lo que harán es reventar primero la roca para conseguir que el gas pegado se desprenda de ella y así poderlo sacar. Es caro, pero al precio que está el gas, lo que antes no era rentable ahora parece que empieza a serlo. Pero ya no es que sea caro, sino que es, según parece, no muy recomendable para el ambiente, ni para el medio ni para el cuarto ni para el entero, tanto que en algunos lugares está directamente prohibido y en otros sujeto a grandes controversias (los que van a sacar además del gas el dinero dicen que es inócuo, los que se preocupan por el planeta en su conjunto dicen que aunque no se vea es una salvajada que termina por asomar a la superficie y a los que les van a reventar la roca bajo los pies dicen que a ver que hay de lo nuestro).
Y el caso es que cuando ambas cuestiones, el alfa y el omega tan distintas, se juntan en mi mente como si fueran neutrinos o neutrnes, partículas independientes en todo caso, producen energía, se fusionan y se trasforman en nuevas dudas.
Y es que me da que en esto de la propiedad, la sacrosanta máxima en la que descansa la esencia de los mercados, vivimos un poco como los de planilandia.
Los más desafortunados viven en linealandia… lo único que tienen es el tiempo corriendo sobre la línea de su vida. Para ellos es inutil mirar hacia los lados porque nunca encuentran nada que les distraiga de su empeño en hacer la línea de su vida lo más larga posible. De arriba nunca les cae nada y más abajo es dificil caer.
El común de los mortales, los que tenemos poco pero al menos algo, vivimos en planilandia. Nuestro universo es de dos dimensiones y así es que solo tenemos derecho a la propiedad horizontal. Escrituramos en metros cuadrados que muchas veces flotan en el aire rodeados de los mundos planos y paralelos de los pisos de arriba y abajo. Aún cuando se posan sobre la tierra, nuestra escritura sigue hablando de metros cuadrados, y si acaso, se introduce mínimamente la tercera dimensión para hablar del vuelo, pero como somos habitantes de planilandia eso ni lo entendemos.
Pero cuando llegamos a los estados y a los mercados, que son cada vez más estado que los estados, de pronto aparece una tercera dimensión que sólo ellos poseen y nos hurtan. Así se hacen dueños de los “espacios aéreos”, y visto lo visto, de las profundidades del averno. El legislador legisla para nosotros en plano, y si acaso, lo único que se discute es el grosor de éste. Si yo tengo un terreno… ¿Cuanto puedo excavar en él? ¿hasta que altura puedo crecer? Nos hablan de cuestiones estéticas, de normativas urbanisticas y de intereses generales…. paparruchas, nos roban el cielo y el infierno como si solo lo plano pudiese ser privado. Y aún en esto nos engañan. Si lo tridimensional es público y común, ¿por que se quedan con su beneficio entidadades privadas? ¿por qué un lehendakari cualquiera puede vender a un petrolero tan lejano como tejano el gas que hay debajo de mi casa? ¿A cuantos metros se acaba mi propiedad? ¿alguien me informó de todo esto cuando compré mi casa y la tierra que ocupa? ¿puede mi vecino invadir mi subsuelo con su bodega? ¿puedo hacerlo yo con mi bodega en su subsuelo? ¿A qué profundidad podría hacerlo? ¿podría ocurrir que no pudiéndolo hacer ni mi vecino ni yo pudiese venir el ayuntamiento y soterrarnos un ferrocarril por debajo de casa? ¿a qué profundidad tendría que hacerlo? ¿tendría yo descuento como coprorietario o me expropiarían el subsuelo?
Bueno, preguntas muchas, pero en el caso que nos ocupa, el del gas extraido por fractura hidráulica o algo así, hay además una cuarta dimensión… la que sigue corriendo aunque no se vea. La que asoma en forma de subversión del orden natural de las profundidades, de sus acuíferos, de su estructura geológica, de su equilibrio o desequilibrio interno… y eso si que es público y común. Lo más común de todo, porque no sólo nos afecta a nosotros, sino también a los que estamos creando y criando… nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, y como diría el otro… con el gas de nuestros hijos no se juega. Y puestos a decir… emulemos al granjero armado con su rifle y digamos al vaquero aquello de… no pongas un pie en mis tierras, ni por arriba ni por abajo!!! (y si es para joderlas menos aún que caray)
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