Publicado en Diario de Noticias de ílava el 1 de noviembre de 2011
En esta santa ciudad en la que los debates se eternizan estamos últimamente rizando el rizo. Ya no se trata de discutir sobre el número de dársenas que tiene que tener un auditorio para ser excelente acústicamente hablando, ni si la estación tiene o no que ser capaz de albergar conciertos de cámara o de jazz. Si son mejores dos congresos de dos mil o cinco de cuatrocientos. Si el soterramiento tiene que llegar al centro de Abetxuko o atravesar primero las universidades. Ni siquiera de si el tranvía tiene o no tiene que ir soterrado.
Hasta ahí digamos que uno se iba acostumbrando a hablar, por decir algo, en clave de futuro, por llamar así al poco futuro con que cuentan los grandes proyectos en Vitoria ““ Gasteiz. Pero, como decía, nos hemos superado. Ahora debatimos sobre lo que ya no tiene arreglo como lo hacemos sobre lo que sigue parado. Ahora nos hemos dado cuenta del lujo que sería poder tener un enorme multiusos en pleno centro. Ahora que debemos ir ya por unos quince o veinte de los treinta y tantos (esperemos que no llegue a cuarentón) millones de euros que nos va a costar quitar la txapela y ponerle corona al lejano pabellón de Zurbano.
Comentaba yo en su día que parecía que era el insigne montañero vitoriano, Juanito que le llamamos, el que estaba detrás del diseño de los grandes equipamientos ciudadanos. Digo por aquello de los ocho miles. Ocho mil tiene el Iradier, ocho mil tenía el Buesa, ocho mil aspiraba a tener el Cronos, ocho mil se preveía para el BAIc y así parecía que quisiésemos seguir hasta el mágico número de catorce. Pero el caso es que por fin nos ponemos a ordenar el asunto y ampliamos el que nos queda más lejos. Normal”¦ sacamos a las vacas para meter canastas, y ahora hemos sacado a los toros para meter más canastas. Con estos mimbres, evidentemente, no podían salirnos otra cosa que canastas.
Eso sí, a cuenta de debatir de lo pasado como si fuese actual, seguro que estos días y algún partido más que queda hasta enero alguno se habrá preguntado si el que trazó los planos del tranvía no sabía dónde estaba el Iradier o decidió hacernos seguir la prescripción facultativa que indica lo bueno que es andar. De otra forma no se entiende el paseíto que hay que darse desde Angulema hasta el Iradier. Vista la distancia entre paradas así como una parada más. Eso si, si dices algo siempre habrá quien te responda aquello de “mire usted, esto es Vitoria ““ Gasteiz. Usted siga andando que de parar lo que sea ya nos encargaremos nosotros”.
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