Más allá de hablar del aún en curso 38 congreso del PSOE voy a tomar el caso como eje u origen de algunas reflexiones. Una vez más lo haré en borrador, sin orden y concierto, más con la aspiración de hacer que surjan las preguntas que de pretender dar respuestas.
Hasta el momento los hechos ciertos son que Rubalcaba es el nuevo secretario general habiendo contado 487 votos frente a los 465 de Chacón. El total de votantes autorizados para hacerlo era de 955 y, según leo en twitter, el PSOE cuenta con cerca de 250.000 afiliados. Siguiendo con los hechos en si mismos, esta votación ofrecía resultados inciertos habida cuenta del número de discretos o indecisos. Según leo a través de twitter también, el diferencial de 22 votos a favor de Rubalcaba se debe básicamente al discurso. Antoni Gutierrez-Rubí, que escribió de forma previa al congreso un artículo de gran interés sobre los pequeños y grandes detalles (El momento decisivo) comentaba hoy en caliente que el problema de Chacón ha podido ser su tono de voz. Cesar Calderón, otro de los reputados expertos sobre comunicación política con fuerte presencia en la red, también achaca al discurso la diferencia entre ambos. En la misma línea apuntaban los testimonios que en directo y vía tuitter nos hacían llegar comentaristas y congresistas mientras se producían los discursos. Y ya por último en el capítulo de los hechos o de las opiniones, según parece, y es costumbre habitual, las imágenes del congreso las ha servido un servicio propio de imáganes que, a juicio de varios opinadores, no ha destacado precisamente por la brillantez de su realización.
Todo lo anterior, extrapolado a nivel más general, quiero decir aplicándolo más al sistema de partidos que al interior de uno de ellos, y combinado con mi propia experiencia, tanto como ciudadano, como interesado en la comunicación y en la política y como miembro que he sido de un partido, me provoca, como decía al inicio de estas líneas algunas reflexiones:
La superestructura se resiste a desaparecer
A pesar de los indicios que Gutiérrez-Rubí veía con optimismo, lo cierto es que los canales de participación y colectivización política siguen dejando mucho que desear. Que el futuro lider de una organización lo decidan 1.000 personas en representación de 250.000 es una prueba de ello. Más aún cuando estos delegados no tienen en ocasiones un mandato expreso de sus delegadores, sino el difuso compromiso de actuar en conciencia. Mejor sería que actuaran con consciencia de la actitud de sus delegadores ante las últimas noticias. Las nuevas tecnologías lo hace hoy posible pero las organizaciones tengo la impresión de que no es ya que lo consideren necesario, sino que lo desean evitable. Es más fácil negociar entre pasillos con mil que abrir el abanico a 250.000. En relación con el concepto mismo de delegación no voy a volver a decir lo que en gran medida ya dije en su día (De delegado a representante via 2.0).
Los congresos son más que nada una representación
Los congresos, en tanto que concentran la actividad de los partidos en el tiempo y el espacio, constituyen un impagable medio de estudio de lo que los propios partidos y el sistema en que sobreviven es. En este sentido, destaca cómo funcionan más como un aparataje teatral, con su escenario, su backstage, sus zonas vip y sus camerinos que como un foro de debate ideológico, limpio y abierto. Un congreso es en lo simbólico como un conjunto de círculos o esferas cuyo tránsito tiene carácter iniciático o telúrico. Están los que estamos fuera de la esfera, los que entran en el primer nivel y copan las butacas de la platea, los que puede ver pasar a los actores a la escena, los que pueden incluso compartir un café con ellos en sus descansos, y hasta los que pueden acceder a sus camerinos. El poder mantiene viva toda su carga de simbología y en ocasiones hace que un congreso tenga reminicencias incluso feudales. Algo de eso escribí en su día por lo que no insisto más (Feudalismo democrático).
Mientras los que mandan discuten en pasillos o despachos discretos, el plenario debate ajeno a lo que se cuece. Cierto es que la irrupción de los indiscretos tuiteros está empezando a meternos a todos allí donde todos queremos estar, a saber, en los sitios donde se deciden las cosas de verdad, no frente al escenario donde se ejecuta una representación.
La política marketingizada
Ya por último, no podía dejar de hacerme la eterna reflexión que nos hacemos quienes seguimos creyendo en la Política. Detrás de los discursos, a cuyo fondo no se va, de las luces y los escenarios, de la mirada de los líderes, de sus gestos, de sus manos y hasta de sus faldas y corbatas… realmente en lo ideológico, en lo estratégico y hasta en lo táctico, ¿qué es lo que ha ganado y qué lo que ha perdido? Ni lo hemos sabido durante el debate previo, ni nos ha quedado claro en los discursos ni lo sabemos una vez que otros han votado. Se va uno con la impresión de que se ha elegido un lider individual cuando de lo que se trataba era de debatir sobre un liderazgo social. Se ha elegido al guía en vez de decidir el camino. En este sentido no termino de ver que todo el entramado 2.0 aporte nada nuevo. Supone simplemente un nuevo instrumento al servicio de una vieja práctica: hurtar el contenido al mensaje para terminar valorando únicamente su forma. Vistas las cosas así, lo más natural sería que, al igual, que florentinos milaneses y romanos confiaban sus combates a condotieros a sueldo, nuestros aspirantes a líderes dejasen que sus equipos de asesores, estrategas y social media managers se enfrentasen entre ellos. Nos saldría más barato y sería más sincero.
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