Título: Planilandia. Una novela de muchas dimensiones
Autor: Abbot, Edwin A.
Origen: Gran Bretaña. S. XIX.
Edición: José J. de Olañeta, Editor. Palma 2011
ISBN: 978-84-9716-704-8
Adquisición: Comprado en Elkar el 23 de abril de 2011
Terminado de leer el 24 de enero de 2012
Mi referencia : 00090-A
Comentario:Â Hacía tiempo que no me ocupaba de una de estas “centellas” (que así se llama la colección) que tan primorosa y manejablemente edita José J. de Olañeta. Esta, con su 250 páginas, es de las de formato largo de la colección. Es un clásico. Un clásico que da gusto leer.
La excusa narrativa es tan sugerente como atractiva. En algún lugar del universo existe un mundo plano. Un mundo en dos dimensiones habitado por formas geométricas que van desde la línea hasta el círculo, la máxima expresión de la perfección. Recurren a curiosas estrategias para reconocer sus formas, a ser posible sin tocarse, y tienen perfectamente organizada su estructura y jerarquía social. El problema de este mundo plano se plantea cuando uno de sus habitantes entra en contacto con otros mundos, con unos de los que se siente superior y con otros que es incapaz de comprender. La misma tocudez que le apabulla cuando intenta explicar las dos dimensiones a un habintante del mundo lineal, manifiesta él cuando un habitante del mundo en tres dimensiones intenta explicarle la propia naturaleza y existencia de esa tercera dimensión.
Es simpático la forma y el argumento con que una vez asumida la existencia de la tercera dimensión pide a su guía que le lleve al mundo de la cuarta, para cuya existencia utiliza los mismo argumentos que su maestro expresó para descubrirle la tercera.
En el fondo es un bonito ejercicio sobre los límites de nuestro conocimiento, sobre lo endeble de la seguridad en nuestros principios y sobre manera en que las sociedades jerarquizadas basan el poder en el acceso al conocimiento, escabuyendo de las masas los elementos de duda de que las élites disponen, y condenando como hereje al que intenta desvelarlas y hacerlas públicas.
Una bonita paradoja para leer en los tiempos que corren.
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