Publicado en Diario de Noticias de ílava el 14 de febrero de 2012
La ardilla, ese simpático roedor que come frutos secos y habita en los árboles y en los dibujos animados, va a convertirse a este paso en animal emblema de Vitoria ““ Gasteiz. No sería incluso de extrañar que el Palacio de Montehermoso, tan vacío que va camino de quedarse, acabe acogiendo un centro de interpretación de la ardilla del mismo modo que Araia tiene su centro de interpretación del “mitxarro”. En el escudo gasteiztarra quitaremos los cuervos que vigilan y subiremos sendas ardillas a lomos de los leones que sustentan el castillo.
Y es que si esta legislatura tiene visos de marcar un antes y un después en el devenir de la novísima Vitoria es, no lo olvidemos, gracias a Javi y las ardillas. Hasta vamos a resucitar a Estrabon para que en su geografía precise que existe una ciudad en la que las ardillas pueden ir del Gorbea a Zaldiaran atravesando una avenida y sin tener que poner patita en tierra, saltando de árbol en árbol. Nada importa si perdemos inversiones millonarias o si dejamos la ciudad sin magia ni luces ilustradas. Tendremos, eso sí, celedones de oro y procesiones de penitentes bien dotadas. Si la gente quiere cultura que no se preocupe, que como acabarán cerrando hasta las bibliotecas por “falta de fondos” que no se compran podremos coger nuestros propios libros y sentarnos a leer bajo las frondas convertidas en nuestro peculiar carril ““ ardilla. Lo haremos como los pescadores que antaño iban al Zadorra “hasta en el invierno sin temor al frío” porque a buen seguro y visto el presupuesto, el césped será calefactado, como el de los campos de futbol de la misma Rusia.
Eso sí, habida cuenta de la peculiar idiosincrasia vitoriana, permítaseme ser un poco cenizo. A Javi le ha salido, aún antes de cumplir sus sueños, una ardilla rebelde: la ardilla ilustrada. Y mira tú por donde defiende esta ardilla algo tan simple como que a la hora de recortar cojamos todas las pajitas por el mismo sitio, de forma que no nos queden unas muy largas y las de siempre muy cortitas. Y es que las ardillas musicales, las que se refugiaron en la casa de Javi después de que derribaran su árbol, acabaron dos películas más tarde como los pasajeros del Costa Concordia frente al puerto de Giglio. A las ardillas de a pie en tierra sólo nos queda esperar que nuestra idiosincrasia no se convierta en “indiosincrasia”, por aquello de hacer el indio, y que Javi no padezca el síndrome “Schettino” y nos deje a nuestra suerte en una nave, de lujo sí, pero hundida.
Así se habla!!! … o se escribe!!!