Publicado en Diario de Noticias de ílava el 27 de marzo de 2012
No soy un experto en cuestiones ambientales y si nadie lo remedia me voy a quedar sin serlo. En esta ciudad de las apariencias green me tendré que conformar con parecerlo que es lo que se lleva. Me refiero a otra más de las huellas que los recortes están dejando en nuestro panorama cultural cada vez menos panorámico: la biblioteca de la Fundación Gaia. Curioso que en el año Green no sea posible disponer de fondos para contribuir a que un fondo de 9.000 libros sobre temas ecológicos y ambientales esté disponible para la ciudadanía. Curioso que sí pueda haberlos para que el ayuntamiento nos publinforme de lo verdes que somos, estamos o parecemos. Gastamos más en anunciar los recortes que lo que costaría no recortarlos.
Aprovecharé mientras estén aún disponibles y voy a ver si me informo sobre la huella de carbono. Es algo parecido a la huella indeleble que lo que hacemos deja en nuestro entorno en forma de emisiones de CO2. Una huella imborrable por más que su etérea naturaleza la haga fácil de disimular o ignorar. Se calcula acumulando el impacto que tienen todas las actividades necesarias para una actividad o producto y ayuda a determinar en que medida son un despilfarro ecológico y lógicamente a actuar en consecuencia asumiendo las consecuencias.
Pongamos un ejemplo.
Supongamos que celebramos un evento relacionado con la sostenibilidad y el medio ambiente y que queremos reflejarlo y simbolizarlo con un elemento visual reconocible e impactante. Supongamos que tenemos dos alternativas.
Elegimos una especie autóctona criada en un vivero local, adaptada a nuestro clima, con un mantenimiento sencillo y un consumo de agua razonable. Apenas tendremos que desplazarla uno o dos kilómetros hasta su emplazamiento y gastaremos pocos recursos en mantenerla.
Elegimos una rara especie que crece allende los mares, se congela en invierno, se cuece en verano y como no es verde hay que verdificarla. Apenas tendremos que gastar energía en criarla o extraerla, que no parece que esté claro; desplazarla a un aeropuerto; meterla en un avión; descargarla; tratarla; volverla a trasportar; instalarla a si misma y al aparataje necesario para que no se hiele ni se seque. Eso sí, todo certificado y bien certificado con papeles viajando desde la misma Francia para certificar que todo es natural y ecológico.
Está claro cuál tomaríamos con solo consultar un par de libros de nuestra biblioteca. Ah, ¿que ya no tenemos biblioteca? Pues ahora si que me lo voy explicando todo.
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