Existe un corolario del populismo y la demagogia que de forma inevitable termina por materializarse en lo que, de forma general, podríamos denominar “extensiones de condena”. En tiempos como los que vivimos, tan dados al uno como a la otra, las extensiones de condena que se proponen y hasta las que se aplican van creciendo de tal forma que de aquí a no mucho tendremos que hacer con las condenas un clasificación similar a la que ya de tiempo atrás venimos haciendo con la formación. Tendríamos entonces que hablar de condenas regladas y no regladas.
Condenas regladas, lo mismo que educación reglada, serían aquellas que derivan directamente del codigo penal en vigor cuando se produjo la condena. Como si de una carrera se tratase tienen su duración determinada y sus contenidos definidos. Su itinerario curricularmente condenativo está fijado y las materias a abordar en la condena también. Terminados los cursos definidos, o incluso antes, si el condenado se aplica con interés y aprovechamiento, se obtiene finalmente la titulación oficial… la libertad y la plenitud de derechos.
Las extensiones de condena funcionan, al igual que en la educación, a veces de forma semireglada, al modo de masters o postgrados que el propio sistema incluye en su itinerario aún no siendo estrictamente necesarios, y que aquí se denominan doctrina jurídica, interpretación, espíritu, y más popularmente con el nombre del magistrado al que se le ocurre o del recluso al que se le aplica.
Las condenas no regladas son las extensiones de condena que algunos aplican al viento insano de la más pura demagogia y que se alimentan de los más bajos sentimientos de insolidaridad con que se cubren las penurias que alimentan quienes luego justifican sus incapacidades con las fobias que fomentan. Podría poner varios ejemplos que a mis más vecinos lectores les sonarán conocidos y que, me temo, a los más lejanos también, porque de una u otra forma son más universales de lo que quisiéramos.
Un indivíduo es detenido por un acto terrorista, juzgado y condenado pero cuando cumple su condena no alcanza el grado ni saca el título. Cuando no se le hace hacer varios masters, se le impide, y ahí viene la extensión de la condena no reglada, ejercitar su vida política, laboral y hasta literaria. Se le prohibe ganar un premio literario aunque lo merezca, se le condena por escribir un artículo, o, incluso sin haber sido nunca detenido ni juzgado ni condenado, se le impide ser payaso, cantante o lo que sea.
Pongamos otro ejemplo más cercano aún. Uno tiene un desliz común, vamos que lo mismo roba un movil que atraca una panadería o roba un jamón, o simplemente se le olvida lo que decía steve wonder y conduce bebido hasta las cachas, y encima, dada su inexperiencia acaba con sus huesos en comisaría. Vamos, que el caso es que le trincan, pasa por el juzgado, eventualmente hasta por el trullo y genera una mancha en su curriculum vitae de esas que llaman antecedentes. Pues ala, con su pena cumplida y de patitas en la calle, el chaval que se me queda sin derecho a ayudas sociales. Eso quiere hacer alguno. Y todos los palmeros aplaudiendo. Eso que conseguimos que dejase de ser condena reglada no hace tantos años lleva, por la vía de la extensión de condena no reglada, camino de volver a serlo. Igual le cambian el nombre, pero en todo recuerda a aquello que dió en llamarse la ley de vagos y maleantes.
Muy elegante reflexión Javi. Enhorabuena.