En Vitoria – Gasteiz se va a celebrar una consulta o referendum. Se va a preguntar a la ciudadanía si quiere que la estación de autobuses que debe sustituir a la que de forma provisional (sic) lleva funcionando desde hace casi 20 años debe construirse en Arriaga o en Euskaltzaindia. Para los no vitorianos, y para los vitorianos también, daré un par de datos que ayuden a contextualizar la disyuntiva que se nos propone a la ciudadanía.
Entre las dos ubicaciones hay una distancia de unos 300 metros. Esto ocurre en una ciudad cuyo casco urbano se extiende unos 4 kilómetros en su eje norte sur y unos 5,5km en el eje este oeste.
En ambos casos el proyecto que se va a construir es el mismo. De hecho es el que se realizó para la ubicación de Arriaga y se adaptó a la de Euskaltzaindia con algunos cambios.
En ambos casos la consulta posiblemente solo contribuya a dilatar una situación ya de por si dilatada en el tiempo. El proyecto de Arriaga podía estar ya en fase avanzada de ejecución y el de Euskaltzaindia debería empezar de forma inmediata si no hubiese trabas.
En ambos casos su ubicación alternativa en un radio de apenas 200 metros se justifica por la previsión de que allá por 2017, 2020 o dios sabe cuando, el tren de alta velocidad pase de forma soterrada por la zona y establezca allí su estación. Dicho proyecto se va desvaneciendo en su factibilidad evaporándose día a día entre los vapores de la crisis.
En uno u otro caso las relaciones y alianzas políticas han sido cambiantes en el tiempo y hasta en el sentido. Prácticamente todos han apoyado una cosa y la contraria a lo largo del proceso, bien sea en lo refererido a la estación en si misma, bien en si la decisión debía consultarse o no. Lo único constante en las posturas ha sido basarlas más en la relación, o mejor en su ausencia, de fuerzas en la política municipal y hasta supramunicipal más que en lo referido a los usos y usuarios de la infraestructura de la que hablamos.
Con todo esto en el plazo de cuatro meses se nos va a pedir a la ciudadanía que elijamos entre una opción u otra, lo que visto todo lo anterior es una cuestión, si se me apura, de puro matiz. Las dos opciones no pasan de ser prácticamente la misma. Y todo ello se nos vende como un hito histórico que marcará un antes y un después en la participación ciudadana y hasta en los usos y cultura democrática de la ciudad.
Estoy de acuerdo pero por todo lo contrario. Para empezar, aquellos que son incapaces de responder con un monosílabo cuando se les pregunta por él deberían comprender que participar no es tanto elegir entre A o B sin poder decir más como poder delimitar cuales son las opciones y por qué. Si a preguntas del tipo ¿está usted dispuesto a pagar la consulta? nadie es capaz de decir si o no, ¿cómo quieren que nosotros digamos A o B? ¿Nos van a liberar a todos de nuestras ocupaciones, preocupaciones o desocupaciones para que estudiemos expedientes, estadísticas, informes económicos, estudios de impacto ambiental, simulaciones de tráfico, legislación urbanística, etc? ¿Nos van a decir acaso la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad sobre las verdaderas perspectivas del soterramiento? ¿Y si no nos parece bien ninguna de las dos ubicaciones? ¿y si todos los votos son nulos? ¿significaría que no queremos la una ni la otra?
Que no, que no… que la participación ciudadana es otra cosa. Y la democracia participativa también. Que esto responde a todo tipo de intereses, estrategias y conflictos menos el de construir una buena infraestructura para los usuarios de autobuses de largo y corto recorrido. De hecho es curioso que, cuando se enfrentan los grupos y una vez asumido que habrá consulta, es prácticamente imposible oir a ninguno de ellos decir cual es la opción que recomiendan como mejor a los ciudadanos. Ellos hablan de sus debates y su consulta y pretenden que nosotros respondamos hablando de una estación.
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