La usabilidad es la disciplina que busca reducir los efectos perversos del diseño pedagogicista y conseguir que las cosas sirvan realmente para aquello y aquellos que dicen pretender servir. Dicho de otra forma, la usabilidad se encarga de recordar al diseñador que el usuario de algo lo que pretende es usarlo, no aprender como el diseñador ha pensado que debe usarse. Esto, que puede parecer complejo de comprender, puede sin embargo resultarnos más asequible a nuestro entendimiento si acudimos a algunos ejemplos.
Si en muchos aparatos electrónicos la tecla de grabación es un círculo rojo, debemos disuadir al diseñador de un nuevo aparato de que ponga en su lugar un átomo de silicio comiendo. Nadie lo entenderá, entre otras cosas porque no ha leido las instrucciones, y los vendedores de aparatos electrónicos no lo venderán para no tener que explicar una y otra vez que para grabar hay que darle al átomo de silicio que hace lo mismo que el círculo rojo. ¿Y por qué no ponen un círculo rojo? preguntarán entonces los usuarios despistados… Eso es la usabilidad. Aprovechar lo que el usuario sabe, y conseguir que haga lo que quiera, una llamada de movil, una compra en internet, o lo que sea sin tener que hacer un master para ello.
Hay sectores que se toman más en serio esto de la usabilidad y otros menos. Entre los más, y por razones meramente comerciales, están las máquinas de tabaco, los sitios de venta elctrónica en internet y los cajeros automáticos. Todo por la pasta. Entre los menos hay un gran abanico de posibilidades. Hay sectores incluso que parecen tener como banderín de enganche lo de ser poco usables. ¿Por qué si no resulta tan dificil abrir una puerta o bajar una ventana de un coche que no conoces?
Pero yendo al tema de estas líneas, si hay un sector que es impermeable a la usabilidad es el urbanismo. Tanto en lo grande como en lo pequeño. ¿Cómo si no pueden explicarse esas plazas inmensas sin sombra ni resguardo para climas en los que si no llueve o nieva hace un sol de justicia? ¿Y esos bancos imposibles? ¿Y esos …? La ciudad y los edificios que hay en ella se nos llenan de espacios y abalorios varios cuyo único motivo parece ser, a menudo, satisfacer a su diseñador o su arquitecto. Ese que nunca va andando por los espacios que proyecta y que hace que surjan por doquier atajos y apaños varios para cruzar rotondas, atravesar jardines o acceder a centros comerciales. Ese que pone los pasos de peatones por donde no pasa ningún peatón y critica luego que los peatones crucen por cualquier sitio. Ese que regula de forma precisa y lógica el tráfico y se olvida del nutrido grupo de peatones que espera bajo el sol o la lluvia, en todo caso expuestos a las inclemencias, a que por fin llegue su luz verde mientras ve allá a lo lejos una gran marquesina vacía.
Si nuestros ediles y urbanistas fuesen además de diseñadores usuarios no pasarían cosas como estas, y por poner un ejemplo, estos días en que andan moviendo postes y marquesinas pondrían alguna en uno de esos pasos de peatones regulados por semáforos en los que un día se empaparon y otro se insolaron. Eso o un puestito como los de las bicicletas de alquiler que ya no hay, en el que ceder a los usuarios, siquiera de forma temporal, una gorra o un paraguas según el caso que se dé. Eso si que sería trabajar más allá de la movilidad y el urbanismo, eso sería abordar la ciudad desde la usabilidad. Bueno, eso y alguna cosa más.
Por no hablar de la perspectiva de género o más aún de la seguridad ciudadana en el urbanismo. Habría que encargar a alguna universidad, de esas de las 100 primeras del ránking, que estudie en qué están pensando urbanistas y arquitectos cuando diseñan portales, edificios o manzanas completas repletos de rincones, recovecos y revueltas perfectos para que alguien se esconda y nos dé un susto, en el mejor de los casos.
Si cuesta lo mismo, o incluso menos, hacer un portal en línea con el resto de la fachada en el que, desde lejos, puedes ver todo lo que hay fuera y dentro, ¿Por qué se empeñan en diseñarlos hundidos con respecto a la fachada y en muchos casos con rincones que parecen hechos exprofeso para que los indeseables jueguen al escondite?. Eso, cuando no los hacen en el interior de patios mal iluminados, que no se ven desde la calle y rodeados de columnas y paredes. Que este tipo de diseño se diera en el Aranbizkarra de los 70 tiene un pase, pero en los barrios nuevos y supermanzánicos del siglo 21…
Me contaron hace años y nunca se me olvida que hay dos formas de diseñar un parque, como aquí, trazando rutas imposibles o como me decían que se hacía en Japón. Se planta todo de hierba, y al cabo de un tiempo se pavimentan los senderos que ha hecho el uso… eso es usabilidad 🙂
Y de esto hay mucho en Vitoria-Gasteiz, una pregunta, ¿quién habrá diseñado el Parque del Este? ¿a donde nos quieren hacer llegar con tanto zig-zag?