Son tiempos revueltos los que vivimos en este reino en el que vasallamos mientras somos avasallados. En este y en otros muchos. Los indicadores de que algo tiene que pasar, de que algo tiene que cambiar, son cada vez más evidentes. Como en una cazuela con agua al fuego las burbujitas se van formando en el fondo y solo falta ese grado necesario para que el agua toda rompa en grandes burbujas y empiece a hervir.
El grado en este caso podríamos materializarlo en el liderazgo necesario que aglutine y concentre el calor necesario para pasar de ser una cazuela de agua caliente a una masa de agua hirviendo. El 15 M y sus derivados no consiguen que el agua hierva, y como ya he dicho en alguna ocasión no lo conseguirán porque carecen de dos elementos fundamentales: concrección y liderazgo. Más cerca veo yo al emergente Gordillo, al que se podría aplicar una de las claves del asunto: a la masa rogando y con el mazo dando. No se trata solo de palabras ni soflamas, sino de hechos en el tiempo y perspectivas de cambio. No sé si acabará por cuajar su liderazgo, pero si sé que, a fecha de hoy, es lo más parecido a ese lider necesario que se ve por los páramos revolucionarios del reino.
Esto del liderazgo es complicado de entender. Lo es porque depende de muchos factores. Lo es porque no es tan fácil de construir como pudiera parecer. Lo es porque no siempre depende del lider en sí, sino de las circunstancias que hacen posible que el lider exista a fuerza de hacerlo necesario.
Si aplicamos el simil futbolístico, ahora que empieza la liga, un lider es como esos delanteros centros de la vieja escuela, Santillana, Satrústegui, Quini o el mismo Julio Salinas. No se trata de ser especialmente hábil, sino de saber estar en el sitio y en el momento adecuado y rematar como dios manda. Esto último es lo que en definitiva determina la capacidad de liderazgo. No se trata de crear la ocasión, ni de ver el balón pasar. Se trata de meter la parte que sea del cuerpo y preocuparse más del gol que de la técnica o la estética.
Lo que define a un lider es el resultado. De hecho lo que le aupa a su estatus para liderar grandes expediciones es su eficacia en las pequeñas excursiones. Si vamos al simil militar, para liderar una gran guerra hay que haber ido ganando pequeñas batallas. Si planteamos las revoluciones como una guerra el simil es, valga la redundancia, similar. Para asaltar el palacio o el castillo es necesario haber demostrado antes ser capaz de asaltar el mercado o reducir al cobrador de impuestos.
El liderazgo exige sacrificios de quienes siguen al lider, y nadie da nada por nada por muy desesperada que sea su situación. Por eso el lider debe ofrecer a sus seguidores victorias parciales que potencien su motivación y que orienten su acción. No se trata de dar palos a diestro y siniestro sino de hacer crecer la sensación de que se avanza en un camino cuyo fin está claro y es compartido por todos los implicados en el asunto, desde el lider hasta el último de los liderados.
El liderazgo funciona como un contrato. El lider se compromete a guiarnos hacia un fin determinado y el resto nos comprometemos a actuar de forma coordinada bajo su liderazgo para hacer posible ese viaje.Así debe ser en los liderazgos democráticos y hasta en los revolucionarios. En los otros, el lider se asienta en falsas promesas y en engaños y busca unicamente su proyección personal y el éxito de su camarilla, muchas veces en contra de los intereses de aquellos a quienes lidera y le apoyan.
Todo parece indicar que el lider disfruta de su posición de liderazgo, pero especialmente sobre el lider democrático o revolucionario recae una enorme responsabilidad. No debe prometer lo que no es posible, ni engañar más allá de lo necesario para vencer miedos y recelos. Eso no significa que no pueda hablarse de utopías, sino que debe tenerse claro que para realizar esas utopías el camino es tan duro como largo. El lider además debe ser valiente para llegar hasta el final de los pasos trazados y no traicionar a sus liderados con victorias parciales que son , por lo general, derrotas totales.
Hay en la historia muchos casos y ejemplos de liderazgo. Y de todos puede aprenderse algo. La historia nos ofrece variados y ricos ejemplos de ello, de cómo rematar y de cómo quedarse corto. En la antigua Roma, desde Espartaco hasta Atila pasando por el propio Anibal se quedaron por una causa u otra a puertas del triunfo. Cesar logró sus objetivos como también Napoleón lo hizo, pero no les duraron mucho. Los revolucionarios franceses lograron su objetivo revolucionario porque tuvieron la habilidad de renovar sus liderazgos apartando a melífluos y oportunistas, y acabaron con sus reyes aunque terminarán por crear al antedicho Bonaparte. Algo parecido hicieron los bolcheviques rusos con su Kerensky para terminar con su Stalin.
Si trasladamos todo esto a nuestro contexto actual, los esclavos, o los siervos, no están o estamos para asambleas eternas, juegos florales y bonitas pancartas. Cada vez somos más los que reclamamos acciones concretas en el tiempo y una hoja de ruta clara que nos lleve a construir una realidad diferente. A este respecto, lo que podríamos denominar “el modelo Gordillo” tiene varios aspectos que lo hacen interesante.
El modelo Gordillo viene avalado por hechos. Su gestión en Marinaleda en cuestiones como vivienda, coperativismo agrario, reversión de tierras, etc. viene a demostrar que cuando hay voluntad los programas se hacen realidad.
Su trayectoria personal deja, por lo visto hasta el momento, pocos resquicios para las descalificaciones personales basadas en la diferencia entre lo que dice y lo que vive.
Tiene por otro lado el componente emotivo necesario encarnado en ese romanticismo revolucionario que se plasmó en la hoz y el martillo, en los parias de la tierra levantados frente al terrateniente, el soldado, el cura y el marqués.
Tiene además el componente operativo suficiente para poner a su servicio a los medios beligerantes haciéndoles que contribuyan a destapar las contradicciones que denuncia so excusa de intentar atacarle.
No embarca a sus patrocinados en luchas vanas sino que busca siempre objetivos concretos que representen pequeñas victorias, y consigue que las derrotas sean excelentes campañas de reclutamiento para asegurar nuevas victorias.
No carece de razones ni argumentos, ni le faltan las ideas y los principios, pero no se queda en ellas ni las adora como dioses. Es, como decía al principio, un buen modelo del “con el mazo dando” frente a los que cada vez más me recuerdan al sabio consejo de ratones y su estupenda solución del cascabel.
¿Quién le pone el cascabel al gato? Pues de momento Gordillo.
Se agradece esta visión diferente del liderazgo, realista, ejemplificadora y algo poética (un buen cóctel), lejos de artículos más conceptuales que nos deleitan con “las 8 o las 10 o las 13 claves para un liderazgo eficaz ….;-) Un abrazo. Alicia