Bajo términos como periodismo ciudadano, periodismo 2.0, periodismo digital se oculta a veces una realidad no tan ideal como se pinta. Sin negar la capacidad que los nuevos medios tienen en lo relativo a la inmediatez y multiplicación de fuentes conviene no obstante apartar a veces las ramas para ver el bosque y separar el grano de la paja.
La prensa clásica, la que se enseña en las escuelas, se basa en principios perdurables si de informar bien se trata. Contrastar, separar opinión de información, aportar datos más que conclusiones, dudar e investigar, separar la nota de alcance de la noticia, etc. etc. En resumen, contrastar, contextualizar y aportar información veraz, fiable y completa.
Las nuevas tecnologías y la irrupción de las redes sociales plantean en este sentido dos peligros.
Confundir lo que son fuentes de información o informantes con periodistas es el primero. Tratamos como si fuesen noticias lo que en realidad es la materia prima con la que se elaboran. Esos tuits que nos cuentan en primera persona lo que está pasando son como las pinceladas de un cuadro. Pueden ser verdad, pero no toda la verdad. Es lo que distingue el testimonio de la noticia. Y no digo que sean elementos malintencionados ni despreciables. Pueden serlo o no, eso se sabe cuando se aplica la técnica periodística a la que hacíamos referencia.
Ampararse en el anonimato y el low cost que proporcionan las redes con intereses pretendidamente ocultos pero a menudo evidentes, es el segundo. Se presentan como ciertas noticias que no lo son . Noticias (?) que aportan datos irrefutables y facilmente memorizables. Los mecanismos que utilizan son sencillos pero desgraciadamente eficaces: descontextualizar, condicionar el punto de vista e invertir la carga de la prueba.
Mediante la descontextualización se saca de contexto parte de una información de forma que su significado sea distinto al de la información completa. Pongamos un ejemplo. Ante la decisión de conceder o no el tercer grado a un preso afectado por una enfermedad incurable y en estado terminal, extraer de un informe el dato de que en los últimos siete años 800 reclusos no han disfrutado de ese derecho y han muerto en prisión, parece indicar que existe un trato de favor. Si la noticia se completa con otros datos obrantes en la misma fuente, como que en los últimos cinco años se han beneficiado de ese derecho 1.300, y que 23 con delitos similares al del protagonista también lo han sido, indica lo contrario.
Condicionar el punto de vista es otra forma de sesgar la información. No es lo mismo decir que uno de cada cuatro jóvenes es alcohólico que decir que tres de cada cuatro no beben. O decir que la delincuencia ha crecido un cien por cien porque hemos pasado de un delito a dos, mientras se dice que el beneficio de la banca se ha reducido un no se qué por ciento en vez de decir que el beneficio, aún reducido, es de miles de millones de euros.
Finalmente, la inversión de la carga de la prueba es la aplicación al periodismo serio del modelo de las pseudociencias paranormales. Es el Ikerjimenezismo aplicado a la noticia. Se publica un dato a veces indemostrable, y no hay qué demostrarlo. Es el que lo rebate el que debe demostrar lo contrario, y mientras no lo consiga, cosa que a veces resulta imposible, el dato es cierto. Digo que en el Reino de España hay 400.000 políticos con sueldo, sin explicar que se define como político con sueldo ni como he elaborado el censo, mientras que en Alemania hay solo 180.000 y a ver quien osa discutirlo en el bar, el feisbuq o el twitter. Lo que el autor de la noticia no hizo lo tiene que hacer uno.
Muchos de estos vicios lo son tambien de cierta prensa seria (?), pero eso es para otro día. Hoy lo que quiero señalar es que, como dije en su día, a menudo las grandes mentiras se construyen a base de pequeñas verdades interesadamente recortadas y seleccionadas. Todo es cierto menos el resultado del conjunto, y eso no es ni ético ni periodístico por muy dos punto cero que parezca.
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