Publicado en Diario de Noticias de Álava el 23 de octubre de 2012
Cuentan que Don Matías, la voz de nuestra infancia, acostumbraba a documentarse a conciencia para salir airoso de vacíos e imprevistos. Cuentan que gracias a ello salvó la retrasmisión radiofónica de una soporífera tarde taurina hablando de un avión que sobrevolaba Las Ventas. Ante lo anodino del espectáculo el patriarca de los Prats habló del origen y destino del vuelo en cuestión y por más precisar hasta indicó el nombre del piloto comandante. Inauguró con ello un estilo periodístico y hasta vital muy socorrido al que por resumir podríamos llamar, sencillamente, manzanas traigo. Algo tan simple como salirse por peteneras, visitar los cerros de Úbeda o irse por la tangente. Algo a veces necesario ante la imposibilidad de ser original y decir algo distinto a lo que todos decimos sobre lo mismo. Algo que puede ser también un intento de romper la inercia y salirse de la procesión por la que todos transitamos con el noble propósito de no aburrir.
Por eso, y porque en el fondo todo sigue igual aunque sea diferente, me viene a la memoria una estampa muy vitoriana y muy otoñal. Un encuentro bajo dos paraguas. Sucedió el sábado pasado en plena reflexión. Mi paraguas era negro sin más. El de la amiga Juncal con quien me encontré era negro con miga. La miga era una palabra azul escrita en él. KREA. Llovía sobre Vitoria y era como si el cielo llorase nuestra ventura. La que nos hace ser incapaces de empezar lo que planeamos y, cuando por razones imprevistas lo conseguimos, lo amueblamos, lo pagamos y lo olvidamos. Cerrado y criando polvo lo dejamos. Como si nos sobrase el espacio y el dinero. Y nosotros a lo nuestro, a proyectar lo que no haremos y despreciar lo que ya hemos hecho, planificando nuestro futuro mientras el presente se nos hace pasado sin usarlo. Eso sí, sin aviones que nos distraigan porque tenemos Foronda cerrado.
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