La transición hecha microrelato

Es lo que tienen las redes sociales… te lías, te lías, y lo que empezaba siendo un comentario se te acaba convirtiendo en un microrelato. Algo de eso me ha pasado hace apenas unos momentos. Mi amigo Imanol ha compartido en facebook una de esas fotos que circulan por la red. En este caso es esa que la que se reconoce a Rajoy y a Fraga entre un texto que esconde una sencilla adivinanza, esa que dice aquello de si parecen franquistas, actuan como franquistas, hablan como franquistas, hacen lo mismo que los franquistas, tienen familiares franquistas y están fundados por franquistas… ¿Qué son? Demócratas de toda la vida he respondido yo. Nos hemos puesto a desvariar y al final me he puesto a contar algo y para cuando me he querido dar cuenta había resumido la transición en un microrrelato que esconde un gran cuento y que me apetece compartir con vosotros seais o no amigos o seguidores en mis excursiones por las redes sociales… Ahí va:

Cuando yo nací Franco ya no era un niño. Era un calvo que querías ver cuando jugando a cara y cruz pedías cara. La cruz les tocaba siempre a los mayores, pero la mayoría de ellos la llevaban como las almorranas, guardando silencio mientras les dolía el culo…
Cuando yo era un niño Franco se murió. Lo dijo otro calvo que lloró. A los pocos días vino un señor alto que tenía fama de bobo aunque nos habían enseñado que era príncipe. Rodeado de soldados y señores con levita se fue a las cortes, a las generales, no a las de Bilbao,y le hiceron rey. No era un rey mago, pero todo el mundo decía que era muy majo.
Cuando era un joven hubo un tiempo en el que parecía que todo iba a cambiar. Las caras tenían pelo y no estaban calvas, y las cruces las llevaba la gente con dignidad y hasta ilusión. Hasta las hemorroides parecían cicatrizarse a base de pomadas de ingenuidad.
Ahora que no soy tan joven me da la impresión de que no ha cambiado nada y he vuelto a ser niño… El señor alto cada vez está más calvo, y solo me gusta verle la cara cuando juego a cara y cruz y el otro pide cruz. Yo ya no pido nada. Ahora la cruz les toca a los jóvenes, pero la llevan como la llevaban los mayores cuando el niño era yo: en silencio y con dolores en la retaguardia. Hasta para que toda sea más parecido hay ahora otro señor que también es alto al que también nos han enseñado a llamar príncipe y que tiene también fama de tonto…
Llegará el día en que otro calvo lloroso nos anuncie un cambio de calva al otro lado de la cruz, y me da que como no hagamos algo verás como volvemos a las andadas: vendrán los soldados, los de los fracs y los de las levitas, cogerán a un principe tonto y lo harán, como le hicieron a su padre hace casi cuarenta años, rey de nosotros los tontos.

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