Publicado en Diario de Noticias de Álava el 20 de noviembre de 2012
Cada vez me aburre más la gente que dice que Vitoria – Gasteiz es una ciudad aburrida. Los aburridos son ellos, porque o no salen, o no miran, o no escuchan o simplemente se resisten a dejarse sorprender. Basta por ejemplo acercarse por la plaza nueva para sentir el embrujo del swing y disfrutar, de forma activa o pasiva, con la elegancia de los bailes de salón. A mi me pasó el jueves pasado, cuando el pintxo – pote del ensanche va tocando a su fin. Entonces vas, entras en un último bar y te lo encuentras convertido en una inmensa pista de baile donde vuelan las parejas como si Gasteiz se acabase de hermanar con Harlem y al final de Dato no estuviese Postas sino la sexta avenida. La plaza nueva se convierte en más nueva que nunca al contemplarla como fondo de estos dantzaris que un día te sorprenden con el swing y otros con un tango.
Se divierten ellos de noche no muy lejos de los despachos en los que entre semana y mientras dura la luz del sol son otros bailarines los que nos ofrecen todo un repertorio de bailes y danzas. Tango, minué, pasodobles y hasta algo de salsa eso sí, con frecuentes y sorprendentes intercambios de pareja. ¡Cómo para aburrirse!
Bailan unos y otros. Pero bien es cierto que los primeros, los del swing y el tango, se muestran más felices. Los profesionales del baile de salón en su modalidad de despacho no pueden evitar ciertos enfados, por más que vuelvan pronto a las andadas, cuando los cambios de pareja les pillan con el paso cambiado, cuando la pareja que les toca en suerte les arrea un pisotón o, lo que es peor, cuando les dejan compuestos, sin novia y sentados en el banquillo de los aspirantes.
Al resto, a la mayoría silenciosa de torpes piernas, nos toca a menudo bailar con la más fea. Por eso nos encanta poder ver a gente disfrutando con la danza sin limitarse a bailar al son que le tocan.
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