Saltó la noticia. Al que fue en su día orgullo de la familia real le han puesto una real fianza. Real como la vida misma. Como la vida de los monarcas claro está. La vida nuestra, la de los súbditos, tiene otro baremo. Nosotros, casi el mismo día que se produce la noticia, nos estrenaremos con las nuevas tasas judiciales que son en euros para nosotros casi lo mismo que para ellos son millones.
Que uno tenga que aflojar entre 100 y 2000 euros en tasas por buscar en la justicia el apoyo necesario ni es ni puede ser lo mismo que para seguir viviendo en casa mientras avanza su procedimiento tenga que aflojar otro 4 millones de euros. ¡Ni aunque fuesen en pesetas los podríamos pagar muchos! Y a duras penas conseguiremos pagar las costas para reclamar las deudas que son de nuestro tamaño, pequeñas.
La gran mayoría, los que somos el mundo real, llegados a los juzgados somos cada vez más el mundo virtual, y ellos, los que viven en los mundos de yuppi que nosotros no alcanzamos ni a mesurar, ellos al final son los que pueden jugar con la justicia y pleitear. Sin una justicia justa en el sentido social del término el resto del edificio se cae. El derecho se convierte en recto y la balanza en artilugio más trucado que el del antiguo comerciante de feria.
Menos mal que al menos parte del tinglado de los informes que de nada informan y los estudios que podría firmar con más precisión cualquier sin estudios ha terminado en el juzgado. Que si no algún mago de las trasparencias estaría ahora mismo, si es que no lo está, preparando un informe en el que plantear como podrían abonarse sus fianzas con los derechos de reproducción de imagen de las monedas que circulan por doquier. Aquí está mi cara, tendríamos que oir en tono campechano, de las reproducciones no se preocupe usted que ya me ocupo yo de tenerlas a buen recaudo, el mío.
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