Publicado en Diario de Noticias de Álava el 19 de marzo de 2013
Leí en cierta ocasión un comentario jocoso que decía algo así como “expulsado del colegio de tertulianos por reconocer que no sabía nada y no podía opinar”. Me reí. Pero a veces la cosa no es para reírse. Basta con escuchar a pie de calle las opiniones que todos decimos sin sonrojarnos. Lo mismo somos expertos en fórmula uno, que en arquitectura financiera, en medicina y hasta en vialidad. La cosa sigue en el territorio de la anécdota porque las opiniones nuestras van con voz pero sin voto. Más serio es cuando comprobamos que coincidimos con quienes toman decisiones por nosotros. Aquellos a quienes elegimos para que tengan voz y voto dan a veces la impresión de opinar como nosotros: al buen tun tun en el mejor de los casos, porque lo que se dice leer, más bien tirando a poco.
Y así ocurre, por ejemplo, que nos encontramos los vitorianos, los de voz a secas y los de voz con voto, felices y orgullosos de afirmar que Vitoria dice no al uso por ley del casco ciclista. Y es normal que así lo hagamos, porque según se nos dice el uso obligatorio del casco no es que no evite nada, es que va incluso en contra de la salud.
Confieso que he leído. Contraviniendo la tendencia me tomé la molestia de leer un informe que me recomendaron. Me sorprendía que un colectivo tan sensibilizado con su fragilidad física se opusiese a una medida de protección que en otros vehículos es natural. Resumiendo lo que leí tuve la impresión de que el argumento viene a ser: Usar la bicicleta es bueno para la salud; la obligación del casco reduce su uso; luego el casco es malo para la salud. Como por otra parte el casco no suele evitar las muertes en caso de colisión contundente, tema zanjado. Y no digo yo que no haya más argumentos, pero con tanta voz y tan poco texto yo no he conseguido verlos. Así que en este caso me da que me iré con el tertuliano expulsado.
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