Un centenario o dos

Publicado en Diario de Noticias de Álava el 26 de marzo de 2013

En tiempos como el nuestro en los que las palabras valen su peso en oro o pesan como piedras es importante tenerlas claras. Más aún si hablamos de historia. Celebrar acontecimientos históricos siempre es arriesgado. Conmemorarlos, sin embargo, es siempre conveniente. Es hacer memoria, repasar, desempolvar, reflexionar y hasta descubrir que no siempre todo fue como nos lo habían contado.

Nos enseñaron que los franceses eran malos. Nos convencieron de que los afrancesados también. Eran tiempos en que para hacerlo bastaba decir que eran algo que también empieza por “af” y termina por “ados”. Nos dijeron que los carlistas eran buenos, y de los curas de los pueblos ya ni hablamos. Pero pocos nos explicaron muchas cosas de aquellos años y de los que les siguieron.

Por eso al hilo del bicentenario de la Batalla de Vitoria, cuyo nombre nombraré pese a parecer innombrable, es bueno indagar, reflexionar, recorrer los escenarios, hay buenas visitas guiadas para hacerlo, y buscar detrás de los generales a los soldados, y detrás a los habitantes lejanos y ausentes del suelo que pisamos. Es bueno ir más allá y descubrir que no todo fue tan bueno ni tan malo, y encontrar en el camino cosas curiosas. Cosas como que fue por entonces cuando por primera vez en la historia, los territorios que hoy conforman la comunidad autónoma en que vivimos tuvieron un gobierno común; que, su gobernante, pese a ser general, derogó la LTH cuando aún ni existía; que desde la lógica del buen gobierno consideró que Trebiñu era Álava y así lo administró; que por primera vez se intentó que todos, nobles e iglesia incluidos, pagasen impuestos en función de sus rentas… Y eso por solo hablar de algunas cosas.

Y es que la historia, sus verdades y mentiras, son como las manchas de humedad en las paredes: por mucho que las pintes siempre vuelven a aparecer aunque mires a otro lado.

 

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