Publicado en Diario de Noticias de Álava el 25 de junio de 2013
Es expresión popular comúnmente aceptada aquella que describe a un colectivo humanofestivo, sea urbe, puebla o ciudad, en los términos siguientes: “das una palmada y empieza una fiesta”. Son gentes capaces de poner sus miradas por encima de sus miramientos y vivir la vida de forma lúdica y festiva. Lo de menos es el motivo, que no deja de ser excusa, lo que importa es la esencia: compartir entre propios y ofrecer a extraños jolgorio y alegría de vivir. Así se aprende de uno mismo, se conoce el pasado propio y se asimila el extraño, se pone uno en el mundo mundial y si se me apura hasta se gana dinero. Son Urbes, Pueblas y ciudades prestas a sumarse más que a pelearse. A hacer que la historia no sea un pasado que nos pesa como una losa ni una vergüenza que haya que enterrar bajo ella.
Así ocurre por ejemplo en Lugo. La Urbeentera se va dos mil años atrás y grandes y mayores se visten de romanos invasores o de castrexos resistentes. A la hora de copas y meriendas todos juntos: colegios, tiendas, bares, propios y extraños. El raro aquí es el que circula de paisano fuera de lugar y de contexto, y Lucus al completo arde cada año.
¡Qué decir deLa Pueblade Arganzón! Todo un pueblo alzado en fiesta, alcalde, corporación y ciudadnía sudando a gota gorda. Todos unidos y contentos con la satisfacción de su propia alegría y el orgullo de ganar la mayor de las medallas: la de mejores anfitriones y gente de la buena la mejor.
Pero en Vitoria somos distintos. Aquí das una palmada y lo que surge no es una fiesta sino un debate. Y mientras discutimos si somos afrancesados o liberales, si ni una cosa ni la otra, si somos antimilitaristas o vegetarianos, la historia, una vez más, sigue su curso y nos deja, como al equipaje del rey José, rotos y esparcidos por las balsas de Zurbano, incapaces de aprender de otras Urbes y de Pueblas más cercanas.
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