37 edicion de #JazzVitoriaGasteiz, Jueves 18. Jacky Terrasson “Gouache” y Melody Gardot.
Voces más o menos corales, una trompeta que hablaba, cuerdas tocadas con arco, con dedos o con puas y llegó por fin el turno del piano, instrumento jazzero donde los haya. Jacky Terrason se sento a sus pies, y la cola del piano se alargó, y el piano mismo acabó sentado él a los pies inquietos de un Terrasson que no paraba de moverse sobre la banqueta. Tanto se movió que hasta terminó en un teclado adyacente para luego volver. Eso cuando no se levantaba y jugueteaba con las maderas, arropaba las cuerdas con su toalla o las punzaba para arrastrar su sonido como complemento a su fraseo.
Gouache venía en formato trío, pero sus invitados especiales se combinaban y el escenario acogía a veces un trío, a veces un quinteto, a veces una cantante con trío o un quinteto. No fallaban las piezas del conjunto ni las que el conjuunto interpretaba. El piano de Gouache es variado, ágil, fluido. Sus manos alternan las teclas con los muslos y se van cambiando alternativamente pasando de una a otra el soporte de la melodía y la fresucura de la variación. Un magistral ejemplo de ello, con una perfecta guarnición sutilmente interpretada por su bajista y su batería, la tuvimos en su versión del Besame Mucho, una de las mejores que he oido por estos lares y aquellos discos. Michel Portal, todo un señor, se lució con sus complicados y alargados instrumentos a los que sacó toda su gama de sonidos, que por cierto es muy amplia, con boquilla e incluso sin ella, y Cecilie demostró cómo una voz puede rodar por alfombras de terciopelo y elevarse en torrentes, tormentas y altos vuelos. Si tengo que poner algún pero la trompeta de Belmondo no me emocionó en exceso, puede que fuese porque aún tenía fresca la de Maalouf.
Mientras nos apretabamos en el bar, que un día más se quedó sin bocadillos al primer asalto, el amigo Xavier se despidió. Su mensaje fue premonitorio: “Quedaros con la voz que habeis oido porque lo que viene a continuación no va a ser lo mismo”. ¡Y qué razón tuvo!
La Melody salió, y seré franco, no me gustó. No me gustaron sus peroratas, sus ausencias del escenario ni sus aires divinos, así en lo que se refiere a lo formal. El repertorio puede que estuviese bien. Fue un bonito detalle evocar a Cesarea y dejar caer palabras portuguesas, como luego francesas e inglesas, por los aires pesados de Mendizorroza. Pero la voz sensual que uno había oido en los discos no terminaba de aparecer sobre el escenario. Sinceramente a veces me parecía estar oyendo a una versión descafeinada y desnatada de Zas, mucho más fresca y con una voz más potente. No tengo muy claro que fuese jazz lo que oí, ni que oyese a una gran cantante. El público entregado, eso sí, cosa que quedó patente, por poner un ejemplo, en los aplausos con que se jaleó la sencilla y hasta casi académica entrada del guitarra al tema “hispano y olé” del concierto. Hubo un par de temas, ya casi llegando al final, en los que parecía que era cuestión de entrar en calor o de escoger los temas apropiados, pero el bis nos devolvió a la realidad, y Melody se despidió con un tema de ecos y sones bluseros poniendo una voz plana y tan poco emocionada como emocionante.
Una vez más, las divas no responden al aura que les precede, salvo que cierres los ojos y hasta los sentidos y vivas el sueño de una noche de verano en la que realmente no soñaste, sino que como mucho te dormiste.
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