El muro de las palpitaciones

Publicado en Diario de Noticias de Álava el 29 de octubre de 2013

Hay en el mundo paredes y paredones. Hay murallas que se abren y murallas que se cierran. Hay muros sobre los que descargar lamentaciones y muros que contagian palpitaciones. Hay muros que son testigos mudos y muros que hablan por los codos. Hay muros pizarra que cuentan y enseñan y muros barrera que cierran, ocultan y limitan. Hay muros virtuales y tabiques que lo parecen. Hay muros con murales y paredes con palabras.

Zaramaga tiene ahora, como también los tiene el casco viejo, un muro por el que hablan sus paredes, sus aceras, su asfalto y hasta el cielo que los cubre por encima de las tejas.

Los ladrillos que rebotaron el eco de los disparos, los que sintieron el golpe de las balas, los que guardaron tantos años la memoria en su corazón de arcilla ligada con cemento y arena, se han cubierto de color y dicen con voz clara y en pared alta lo que el barrio vivió, sufrió y murió un día que va camino de cumplir los cuarenta.

Dicen además estos ladrillos más de lo que cuentan. Porque no solo hablan de recuerdos, sino que expresan que hay formas y formas de recordarlos, maneras de conservarlos y hasta criterios con que expresarlos y hacerlos vivos. Por hablar hablan hasta del arte como concepto, del arte callejero, y dan trigo cuando predican con sus colores. La muerte del autor, el nuevo papel del espectador como creador necesario y sujeto participante no son en Zaramaga grandes teorías sino buenas prácticas. No hay seminarios, ni conferencias, ni manifiestos. Sobre el muro de un bloque de viviendas de la calle Reyes de Navarra un mural recuerda lo que todo el barrio vio aquella trágica jornada. Y lo hace ante la mirada de buitres y mirlos, de águilas y palomas.

En Zaramaga late hoy un muro más de las palpitaciones ciudadanas, y lo hará sano y por tiempo, porque así ocurre con las cosas que se hacen de corazón y con el corazón.

 

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