Publicado en el número 15 de Herrian, revista de la Asociación de Concejos de Alava Acoa Ake
Se acaba el año del bicentenario antes aún de que se acaben los ecos de la polémica que su conmemoración ha provocado. Son amplios lo sectores de la población alavesa que no ven nada reseñable en esta conmemoración. Sectores que, por otra parte, ven reforzada su posición por la manera en que se han desarrollado los actos de conmemoración. Soldados, banderas, himnos y disparos han cubierto hoy de humo nuestra tierra como lo hicieron hace doscientos años. Y cuando el cielo ha vuelto a aparecer al disiparse la niebla con olor a pólvora, hoy como hace doscientos años hemos quedado nosotros, los que estábamos. Bueno, hace doscientos años ni tan siquiera eso. Muchos de los nuestros dejaron sus huesos en el camino.
Pero el caso es que debemos ver la historia, nuestra historia, más como un territorio de oportunidad que como una amenaza o una presencia incomoda. Que haya quien persista en mantenernos en el papel de espectadores pasivos no debe hacernos renunciar a reclamar nuestro papel en la historia, en nuestra historia, y a reconocer incluso que lo que ocurrió aquellos años tiene mucho que enseñarnos, tanto por las consecuencias que para nuestros pueblos tuvo, al margen de conflictos europeos, como por lo que de enseñanza para el presente y el futuro de nuestros concejos representa. Y eso por no hablar del homenaje que merecen aquellos hombres y mujeres que sostuvieron a tropas de un lado y otro y que recibieron como pago el saqueo, el expolio y en ocasiones incluso la muerte.
No está mal que la conmemoración del aniversario de la Batalla de Vitoria, entendida como recuerdo de lo que aquellos años de conflicto supusieron para la historia de nuestro territorio, suponga la presencia en él de recreacionistas venidos de todos los rincones de Europa y la celebración de actos de tipo histórico y cultural. Pero volvería a quedar incompleto si hoy como hace doscientos años nos limitamos a ser los figurantes y el escenario de un choque de trenes. Vienen, combaten, se van y nos quedamos nosotros pagando las facturas. Más aún. Los actos se concentran en Vitoria, y sus protagonistas son generales, ilustres y jerifaltes. Pero el caso de La Puebla de Arganzón es un buen ejemplo de cómo las cosas funcionan de otra forma cuando se hacen desde abajo. Y mejor que pueden hacerse. Reclamando un papel activo en la organización, y hasta en la representación; convirtiéndonos en recreacionistas de nuestros mayores, gente de paz absorbida por la guerra. Poniendo nuestra figura en valor, y, lo que es más importante, conociendo y reconociendo lo que el periodo supuso para la historia de nuestros pueblos, de sus habitantes, de su patrimonio y de sus concejos.
Lo vivido hace doscientos años marcó para los concejos el principio del fin. Su patrimonio fue expoliado para atender a las tropas en conflicto. Los grandes señores y los emergentes poderes financieros abusaron de su posición ventajista y aprovecharon la ruina producida por el impago de los bienes y servicios que los concejos prestaron obligados y la crisis financiera que esta situación produjo para hacerse a precio de saldo con buena parte de los bienes que hasta entonces habían sido de nuestros pueblos. La inseguridad que esta y las guerras que nos seguirían sacudiendo durante el siglo XIX provocaron en nuestros pueblos marcan el origen de su despoblamiento en beneficio de Vitoria. Y por si todo fuera poco, lo único que iba quedando del modo de vida antiguo era el poder omnímodo del clero, ligando sus intereses a menudo con los de las pequeñas noblezas rurales y manejando a su antojo matrimonios, herencias y todo tipo de prebendas.
En estas páginas hemos ido viendo como los archivos concejiles encierran numerosas historias sobre aquellos años duros. Los archivos concejiles y los libros de las parroquias contienen los datos suficientes para que vayamos construyendo la historia que más de cerca nos afecta, la de los hombres y mujeres que vivían aquí antes de que todo empezara, y que aquí se quedaron cuando todo terminó, con sus familias tocadas y sus instituciones debilitadas. De ellos entonces, como de nosotros hoy, es la obligación de reclamar el conocimiento y reconocimiento nuestro papel en la historia
Algunos datos de interés sobre el bicentenario
Herrian va recogiendo en sus números diversas informaciones recuperadas de los archivos concejiles sobre las cargas que los pueblos soportaron y sobre diversas circunstancias relacionadas con los años de presencia de tropas imperiales y aliadas en nuestro territorio. Para nuestros concejos lo mismo daba. Tanto unos como otros llegaban requisaban y seguían su camino. De estos datos es posible ir reconstruyendo lo que de hecho supusieron estos años para el progresivo debilitamiento de nuestros pueblos en general y de su secular forma de gobierno, el concejo abierto, en particular, especialmente en lo que supone el estrangulamiento económico y la necesidad de enajenar patrimonio a que tan delicada situación financiera les condujo.
Algunos Datos de interés sobre el Bicentenario
Los libros parroquiales aportan una dimensión más humana y más cercana sobre el impacto que estos años tuvieron en la vida de las gentes que habitaban en el territorio alavés. En los registros parroquiales quedó la huella de las tropelías que las tropas cometieron contra la población civil, de los alaveses que se incorporaron a las guerrillas e incluso de soldados de uno y otro bando que encontraron su muerte o vieron aumentar su familia entre nuestros antepasados.
Javier Vegas Fernández ha recogido muchos de estos datos en su libro “Franceses, «Brigantes» y Alaveses con todos sus sacramentos”. Más de 145 personas en sucesos acaecidos en más de 30 de nuestros pueblos entre 1808 y 1814 que aparecen en el libro con todos los detalles que al autor le ha sido posible encontrar en torno a sus familias y otras circunstancias. Algunos son militares, pero en su gran mayoría son civiles alaveses que pagaron con su vida la furia de las guerras ajenas.
Este libro, que puede encontrarse en Zuloa, el Revistero o el Bar La Unión, e incluso en Internet (www.editorialsapereaude.com) representa una forma de acercarnos al bicentenario de la batalla desde el punto de vista de la gente que no deja placas en calles ni plazas ni dibuja su rostro en monumentos, pero que, al leer sus apellidos y acercarse a sus familias nos resultan más cercanos que muchos de esos ilustres nombres con sus bonitos uniformes de los que muchos nos hablan.
Porque la historia es de los pueblos y a los pueblos hay que acercarla, durante los próximos meses es nuestra intención, con la colaboración de ACOA-AKE, presentar el contenido y alcance de nuestras investigaciones en los pueblos en los que sucedieron parte de los hechos que relatamos. Os iremos informando.
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