Publicado en Diario de Noticias de Álava el 8 de abril de 2014
El jueves pasado se va alejando como se va deshaciendo en el aire la nube de tu cuerpo hecho humo. Me dicen que con las prisas te olvidaste el móvil. Será por eso que ya no tuiteas. Pero no te preocupes, te cuento.
Tu funeral precioso. Una lástima que unos anduvieran más pendientes de ver quién estaba que de verlo. Una pena que otros estuviesen más pendientes de que les viesen que de verlo. Una desdicha que muchos no estuviésemos para verlo, cosas que tienen las lagrimillas. Eso sí, San Pedro parecía talmente la materialización de la frase esa que unos atribuyen a Adenauer y otros a Andreotti. Allí estaban amigos íntimos, amigos, conocidos, adversarios, enemigos, enemigos mortales y, sí, también… compañeros de partido.
Es lo que tiene ser eso que pone en los escudos: muy noble y muy leal. Leal a las instituciones como garantes del bien común y leal a los principios más que a los postureos. Noble con independencia y buen humor, la mejor manera de hacer amigos grandes y orgullosos de serlo y enemigos mezquinos obligados a disimularlo.
Pero ahora que el humo de los cirios se disipa y las peleas de cada día tapan las notas del Agur Jesusen Ama, los prometidos homenajes se van como se borran las nubes en el cielo. Por eso quiero, antes de que el viento se lo lleve todo, decir a quien corresponda que, en los cajones del que fue tu departamento, está lista para imprimir una bonita obra sobre el camino real de postas. Un buen homenaje a quien fue apasionado de las palabras, amante de los libros y desbrozador de caminos.
Y es que contigo hemos visto cosas que no creeríamos. Hemos visto tragarse sapos y culebras de frente para estallar en llamas por la espalda y hasta hemos visto destellos de humanidad bajo la camiseta de Pepe. Pero gracias a ti esos momentos no se perderán, seguirán ahí, como sonrisas en la mesa. Luis, es hora de seguir.
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