Publicado en Diario de Noticias de Álava el 16 de diciembre de 2014
La semana pasada hubo en Vitoria un congreso. Trataba sobre arqueología de la guerra civil aunque las ponencias alternaron alusiones a las dificultades que aún hoy encuentran los trabajos para la recuperación de la memoria histórica y experiencias más claramente relacionadas con la arqueología.
La arqueología vinculada a la guerra civil trabaja tanto en los espacios de represión, fosas, penales y campos de trabajo como en los espacios de combate, trincheras, fortines, etc. En unos casos su testimonio nos habla de cómo unos mataron a otros, y en otros de cómo se mataron los unos a los otros. Eso es arqueología. Datos que leemos en la tierra donde ocurrieron los hechos a partir de los edificios que cimenta y de los vestigios que entierra. Luego viene la historia, luego el relato, luego los juicios de valor.
Para la arqueología no hay buenos ni malos. Hay hechos y datos. Para el historiador hay acontecimientos, hay razones, hay contextos. Para el narrador hay relatos. Para el político hay oportunidades o inconveniencias. Las unas se aprovechan y las otras se silencian. Para todos hay derecho a saber. Eso es lo que la memoria debe ser: capacidad de saber y necesidad de conocer. Por eso recuperar la memoria ocultada no es enterrar la ocultadora, sino completarla. Recordar no es ensalzar, porque ni todo lo memorizable es memorable ni todo lo que recordamos es inolvidable.
El pasado existe por poco que nos guste y no somos responsables de él por mucho que lo tengamos en nuestra propia casa. Por eso es inútil tratar de camuflarlo. Pero de lo que si somos responsables todos es de reparar los daños pasados y evitar los nuevos, y para eso, espacios como #GasteizAtWar pueden ser tan provechosos, para releer el libro de la historia no como una gran novela, sino como una colección de relatos breves en los que todos somos protagonistas.
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