Publicado en Diario de Noticias de Álava el 17 de febrero de 2015
Hay cosas que son inevitables. Por ejemplo que 2015 vaya a ser un año electoral. Habrá que convivir con las encuestas y sus consecuencias y sufrir en carne propia la insana costumbre de los candidatos de seguir los dictados de sus estrategas. Craso error el que cometen. Para empezar todos pensando en ganar. Gana Vitoria, Ganamos todos y los que no “Irabazeamos”. Ganar, perder. Al final, cada vez más, estamos por los empates. Los preferimos al eterno ganar unos para perder otros. La vida tendría que ser algo más que un juego en el que se gana o se pierde, qué se yo, igual bastaba con un empate en empatía. Pero sigamos. Decía que los candidatos yerran al hacer caso a los expertos ignorando a los sabios. Si les hiciesen caso sabrían que en esto, como en muchas otras cosas, la clave del éxito propio está más en que el contrario haga las cosas mal que en hacerlas uno bien. Si el contrario se equivoca, cosa frecuente, no hay que distraerle y si no se equivoca hay que buscar la forma de que la suerte no le acompañe. Y hablando de esto último, digan lo que digan los expertos, está una gran realidad que todos conocemos aunque no debamos nombrar: los gafes existen. Pensaba en ello estos días mirando el tejado nevado con las tejas a medio poner y los andamios congelados. Era el más bonancible de los inviernos hasta que mis vecinos empezaron a arreglar el tejado. Desde entonces no ha parado de nevar, de llover y de helar. Todos conocemos gente que cuelga la ropa para que llueva o lava el coche para que truene. A esos es a los que hay que convencer para que sean votantes convencidos del adversario. Eso basta y no hay que hacer más ni aburrir al honrado ciudadano. Sólo hay que dejar que la suerte cumpla su ciclo. Y eso te lo enseña un simple tejado, ese mismo en el que se nos van quedando las pelotas encajadas a cuenta de tanto experto.
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