Publicado en Diario de Noticias de Álava el 26 de mayo de 2015
El domingo hubo elecciones. Llevamos dos días analizando y lo que nos queda por delante. La reflexión se ve que no dio mucho de sí. En lo fundamental las cosas siguen como siempre. Básicamente todos hemos ganado y esencialmente todo viene a seguir más o menos igual. Según se iban conociendo los resultados me iba yo acordando de frases varias. Me venía a la memoria cierta frase de Roosvelt sobre Somoza. Esa frase que todos sabéis y que se volvió a poner de moda no hace mucho hablando de Gadaffi. Una frase complicada de escribir si no eres presidente de los Estados Unidos. Me acordé también de una frase genial de Toshack, J.B. para los amigos. Hablaba frente a la prensa de la sensación que se le quedaba cuando su equipo, entonces el Real Madrid, hacía un mal partido. Dijo J.B: Los lunes siempre pienso en cambiar a diez jugadores, los martes a siete u ocho, los jueves a cuatro, el viernes a dos, y el sábado ya pienso que tienen que jugar los mismos cabrones. Me parece difícil mejorar esa frase para analizar en su conjunto los resultados del domingo. Y más en una ciudad como Vitoria. Así que voy a centrarme en lo relevante, en lo que efectivamente el domingo marcó un antes y un después: el fin de la caligrafía. A mi me gusta la historia. Tengo algo de rata de archivo. Me gusta el papel y la tinta vieja. He tenido en mis manos listados de votantes de elecciones republicanas, y he tenido que firmar como presidente de mesa los de las últimas europeas. Todos esos papeles duermen el sueño de los justos y nos permiten, no sólo indagar en la historia y en sus detalles, sino hasta incluso en la evolución de la caligrafía. Pero todo eso acabó. Ya no podremos analizar cómo evolucionan esas mayúsculas de escuela. Ni las tildes que coronaban las vocales. Sólo nos queda contemplar nuestra derrota. Eso si, en formato digital y en versión 2.0.
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