5 Agosto 2015. Iradier Arena, Vitoria – Gasteiz. 1ª de Feria. 6 toros de El Ventorrillo para Morante de La Puebla (silencio y bronca), El Juli (oreja y petición) y Talavante (pitos y oreja con petición). Corrida justa de presencia, escasa de fuerza y absolutamente carente de clase. 2/3 de entrada.
La feria de este año prometía, a cambio de reducir en número la oferta, aumentarla en calidad e intensidad. Las promesas no siempre se cumplen. El día cinco, por otra parte es quizás, el día más familiar de las fiestas. Es el día de fiesta por excelencia. Así lo decidimos y así lo hicimos. Un día de los de recuperar esas costumbres de toda la vida, de la de mi padre y de la mía, cosa que, aún no siendo toda la historia de la humanidad ni del universo, si que es al menos suficiente para nosotros. Comida en familia, tarde de toros, fuegos artificiales y hasta concierto en los fueros (esto es más de toda mi vida, que cuando mi padre las verbenas eran por otros lares aún cuando el concepto fuese el mismo, música para cerrar la noche).
Con nuestras flamantes entradas de tendido alto, lo que antes era el balconcillo de grada reconvertido ahora en terrazita de tendido alto, nos dirigimos a la plaza. Sorteamos los cariñosos mensajes que nos enviaban a nosotros y al resto de asistentes al festejo los defensores de los animales, categoría biológica la de animales de la que se ve no todos los humanos formamos parte, y primera sorpresa: se nos niega el acceso a nuestra localidad y se nos conmina a dirigirnos a otra mejor. Y asi lo hacemos y acabamos instalados comodamente en la fila 12 del tendido 2 a la sombra y no muy lejos de la presidencia.
Al final del paseillo, minuto de silencio y entrega de recuerdos a las familias del expresidente de la plaza, José Luis Espizua, y del exasesor José Mari Sedano. Salta al ruedo el primero de la tarde y primer petardazo. El toro tenía poco que decir y el torero, Morante de La Puebla, torero grande y artista según cuentan los anales y vademecuns de la tauromaquia del tercer milenio, nada que responder. Chapuza infame que, por pillar frío aún al respetable, pasó por una simple y poco calurosa pitada. Hacía calor y quedaba tarde. La bronca vendría luego más tarde en su segundo que era el quinto de la tarde en saltar al ruedo por devolución del segundo. Ni se molestó en recibirlo de capa. Trató de liquidarlo en el caballo, lo lidió su cuadrilla con despreció al bicho y a los animales que poblábamos los tendidos, y donde la costumbre es coger la montera para brindar cogió la espada de matar. Trincherazos de sainete pinchando en los ijares al morlaco para atontarlo y un vergonzoso bajonazo. Ya de principio había puesto cara de sufrido, y hasta mirando al Juli se había señalado al ojo como excusa. No se sabe muy bien si queriendo decir que el toro no veía o que le había mirado o que era él a quien habían echado un mal de ojo. Hay quien dice que la grandeza de estos artistas es lo que tiene, que son capaces de lo sublime y de lo infame. Y yo digo que sería grandeza si la mostrasen también al poner la mano para coger el cheque. Pero igual que el emperador romano Vespasiano dijo que el dinero no tenía olor cuando le reprochaban cobrar un impuesto sobre los orines, estos “artistas” parecen decir lo mismo pero refiriéndose a otros deshechos corporales.
El Juli y Talavante mostraron al menos más profesionalidad. Bueno Talavante nos aburrió en su primero con una interminable serie de pinchazos y descabellos perdidos. Pero vimos cuando menos alguna verónica, algunas chiquelinas, alguna tanda de derechazos, algún buen pase de pecho y hasta alguna de naturales. El resto esfuerzos por mantener en pie a los bichos y convertir en presuntas enbestidas sus huidas.
Los de Sol se entretenían abroncando al del cartel de toriles por no darle la vuelta y privarles de saber los kilos de manso que paseaban por la arena. En la sombra una voluntaria aficionada radiaba en inglés de Aznar la corrida a unos turistas que parecían una delegación de la Onu, una asiática, un indostaní y un tercero con aspecto de afroamericano.
Mi padre y yo no nos aburrimos. Pero tampoco es una de estas tardes para llamar memorables. A la empresa se le agradece el esfuerzo. La afición responde, pero puestos a esforzarse unos y otros, lo mismo todo iba más conforme si a la hora de sentarse en un tendido uno viese toros, y no lo que acostumbran a tirarnos por la puerta de chiqueros.
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