Hoy he ido a recoger los libros de texto de mi hija. Tiene 13 años, empieza 3º de ESO. En julio conseguí los de 4 asignaturas en una iniciativa de libros usados que tiene la AMPA del instituto donde estudia. 8 euros. Hoy recogía el resto. Hoy, que es precisamente el día que empieza el curso. Y aún así me ha quedado uno sin recoger porque no ha llegado todavía. ¡Qué dejado! dirá alguien. Pues no. O puede que si, pero desde luego yo, no. Yo hice mi reserva de libros prudentemente un 13 de julio, y hoy he ido porque ya me parecía que iba siendo hora. He cogido 7 productos, que corresponden a 5 asignaturas. (5 textos y 2 cuadernillos de ejercicios) He pagado, aún con descuento por ser del AMPA, 173,48 euros.
Los libros han llegado tarde, algunos incluso no han llegado. El pretexto que ponen las editoriales es la LOMCE. Parece ser que eso no es del todo cierto. En todo caso hablaríamos de un pretexto para el plazo, pero lo del precio no tiene pretexto. Es un abuso. Y no soy de los que gastan en vino de marca, en entradas de futbol o en maquillajes y ropas de etiqueta lo que le niegan a un libro. Soy de los que gasta mucho en libros, y por eso hablo. Hablo con datos.
Sumadas las páginas de los libros que he comprado hoy dan un total de 1308 páginas. A 173.48€ resulta que el precio pagado por página es de 0,1326€/pág. La cuarta entrega de Millenium 4, esa de “lo que no te mata te hace más fuerte”, uno de los super ventas actuales, con sus 656 páginas y un precio de 21,38 da un ratio de 0,0325 €/pág. Bueno, pero es que eso es un best seller. Vale, pero es que resulta que las 1.728 páginas de los Ensayos de Montaigne en Acantilado, un libro caro, de tapa dura, que vale 58€, salen a un ratio de 0, 0335 €/pág, y contienen mucha más sabiduria y tienen más enjundia que todos los libros de texto escritos desde entonces hasta ahora. Bueno, ya, pero es que los libros de textos tienen muchas ilustraciones. Vale, pero no creo que sean mejores ni de mayor tamaño que las que contienen las 344 páginas del Catálogo de la exposición del Greco celebrado el año pasado en el museo del Prado y por el que pagué 25€, lo que da un ratio de 0,0726 €/página, lo que viene a ser la mitad de lo que resulta de los libros de texto.
A todo ello hemos de sumar el hecho de que los libros de los que habló salen de imprenta sin saber a ciencia cierta cuántos y en qué plazo se venderán. Los libros de texto se imprimen a demanda. Los editores saben los colegios que los recomiendan, tienen datos de las mátrículas y somos en todo caso un público cautivo, un comprador secuestrado que no tiene más huevos que comprar lo que le dice el colegio, a la editorial que le dice el colegio y al precio que le dice la editorial, si o si. Y aún así, sin riesgo ni excesivo trabajo, con mala calidad, escaso gramaje del papel, una edición no siempre bien cuidada, tienen un coste por página que dobla el de las ediciones ilustradas y cuadruplica el de los precios medios de las librerías de estreno.
En definitiva, con esto de los libros de texto y las editoriales que los venden, viene a pasar en la enseñanza pública lo que ocurre con los fármacos y las farmaceúticas que los producen en la sanidad pública. Ya que es pública, la “iniciativa privada”, encuentra su hueco en un elemento consustancial e indispensable. Sin medicación no hay medicina, sin textos no hay colegio. La diferencia es que los fármacos los pagamos todos vía impuestos, lo que no deja de ser un robo que pagamos entre todos de forma solidaria, mientras que en la enseñanza lo pagamos los padrecitos a tocateja. Lo preocupante es que la evolución que lleva la situación no va en el mejor de los caminos. Ni avanzamos hacia el control publico total de la educación y la sanidad (lo que supondría hacerse con el control público de los textos en educación y de los fármacos en sanidad); ni avanzamos en que al ciudadano no le suponga un desembolso directo ni la educación ni la sanidad, salvo que opte por servicios privados. Quiero decir que la evolución que se ve ni pasa por nacionalizar editoriales y laboratorios (que bolivariano dirá alguno mientras sigue pagando 4 veces como mínimo el precio de las cosas); ni pasa por aplicar a los libros de texto el mismo modelo que a los fármacos, esto es, pagar a la editorial sin que lo pague el paciente, digo el educando. Más bien uno tiene la impresión de que la cosa va por aplicar a los medicamentos el mismo sistema que a los libros de texto. Todos arruinados menos los de siempre y las cuentas públicas más saneadas que nuestros cuerpos y nuestras cabezas.
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