He vivido durante años en un municipio pequeño. Cuando llegué no había servicio municipal de limpieza. El ayuntamiento no tenía barredora mecánica. Cada vecino barria su trozo de calle. A veces había barro. Es normal, había agricultores. Cuando se acumulaba mucho barro se pegaba un manguerazo. Cuando nevaba cada cual tenía su pala. Mis vecinas eran mayores. No había problema. Yo a veces trabajaba. Mi vecino me pasaba la escoba. Luego yo le invitaba a un vino. Si había algún abuso se te echaba en cara. A donde no llegaba el quitanieves grande, llegaban las cuchillas y los tractores, y si no podía andarse se quedaba uno en casa, al calor de la lumbre de encina.
La cosa creció. Se hicieron chalets a los bordes de un antiguo camino. Pasaba el ganado y dejaba cagolitas. Los chalets no tienen fachada. Sólo seto y jardín. La acera no es suya. Está fuera. Empezaron las quejas, llegaron las elecciones. Ahora hay barredora y a este paso habrá también quitanieves. Y el caso es que no termino de ver por qué la escala es la razón del cambio. Lo veo más en el cambio de actitud de las unidades que en el número de estas. Porque veamos. Si una calle tiene dos casas y cada cual barre delante de la suya, si crece, se alarga y tiene doscientas, serán al menos cuatrocientas manos para barrerlas. La cosa podría seguir funcionando. Pero no.
Ahora somos todos ciudadanos, aunque seamos aldeanos, y pagamos nuestros impuestos, aunque tratemos de evitarlo. Y nuestro papel no es convivir como vecinos, sino mirar y quejarnos. Ver un agravio tras otro mientras guardamos las manos en los bolsillos.
El ayuntamiento dice que hay que echar una mano y los honrados ciudadanos la echan corriendo, al cuello, por supuesto. Queremos jugar al baloncesto aunque seamos pequeños, y correr los cien metros aunque no nos movamos, y que no haya calor en verano, ni nieve en invierno que nos afecte en nada a nuestro quehacer diario. Hemos crecido, pero hacia adentro de nosotros mismos. Da igual que llueva que nieve, que granice o que truene, pagamos impuestos y no es problema nuestro, salvo para quejarnos.
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