Dice el refranero que el hábito no hace al monje. Pero también dice que la mona se queda mona a pesar de la seda. El refranero siempre sirve para una cosa y para su contraria. Hay quien piensa que dada esta dualidad, el error en el que caen los demás no le afectará a uno. Y así, hablando de hábitos, de sedas, de monas y de monjes, decide un buen día el lobo ponerse por encima una piel de cordero para moverse por el rebaño sin espantar ovejas. Y claro, al final ocurre lo que ocurre. Cuando pasa el tiempo la piel se va pegando y va dejando de ser vestido para ser tejido. Y llega el momento en el que te quedas mirando a lo que fue lobo y lo que ves es un cordero. Porque si tiene piel de cordero, habla como cordero, anda con corderos, bala como un cordero y hasta pone ojitos de cordero… lo más posible es que sea un cordero. Y corderos en los rebaños hay muchos, tantos que de vez en cuando aparece un camión y se los lleva al matadero.
Los asesores y estudiosos dicen que al votante no le gustan los lobos, que prefiere los corderos. Y así resulta que el que empezó haciéndose popular como lobo, porque el rebaño quería alguien capaz de enfrentarse con mastines y pastores y lograr dejar de ser rebaño y terminar con esas excursiones hacia los brazos del matarife, se nos pone la piel de cordero pensando que así conquistará el rebaño. Y el caso es que como decía anteriomente, la piel se pega, y al final nos quedamos sin lobo, y para votar corderos ya tenemos carneros. El que mucho abarca poco aprieta, dice el refranero, y ahí si que tiene razón… los corderos nunca muerden como los lobos, aunque sean más.
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