Hacer unas elecciones a poco de las navidades y como antesala del gordo tiene algunos riesgos. Y uno es que al final todo se acaba tiñendo de zambomba y pandereta, y los jingles electorales cogiendo ritmo de villancisco. Al final el voto disputado no será ya como antaño el del señor Cayo, sino el de Justino, el vigilante nocturno que es tan bueno y que trabaja en un taller de producción en serie de maniquíes, esos muñecos con aspecto de humanos que se dejan poner en una postura y mantenerse así, muy adecuado a lo que es una campaña elctoral por cierto. Los medios de comunicación todos encantados. Lo mismo les da vender turrones, que boletos que candidatos, todo ello, eso sí, en la más completa y demencial competencia. Cada uno con sus debates y sus encuestas. ¡Y qué más da el resultado, si lo que cuenta es lo que cuenta! El share, el ranking, el rating y con todo ello lo que importa: los ingresos por publi, y si de paso los amiguetes de los dueños del grupo pueden rascar algo y nos vamos quitando de en medio a quien quiera que sea que pueda reducirnos los márgenes de beneficios del grupo pues nada: un poco de cocina y a seguir facturando.
Hoy a la mañana veía un informativo. Y todo esto de lo que hablo resultaba ofensivo, hasta obsceno. Campaña sobre campaña, y sobre campaña una. Da igual el resultado del debate y hasta el de las eleciones. Lo que importa es que somos la más vista de las cadenas. Las elecciones son una excusa. Lo que importa es el debate de los debates, el más grande que vieron los siglos. Y luego, después del paripe de los ciudadanos vamos a lo que vamos, la noche elctoral, las encuestas a pie de urna y la ronda de comentarios. Eso es lo que nos jugamos, en qué cadena veremos los resultados más que los resultados en si. Y así nos va. Campaña sobre campaña y todos sordos mientras los de siempre dan las campanadas como siempre.
Leave a Comment