Hay edades redondas y edades angulosas. Cuando los ángulos se van abriendo las edades se van redondeando, pero cuando son agudos, las edades se afilan, son edades peligrosas. Las edades son una mezcla de vallas y de espadas de Damocles. Llegas a ellas las saltas y sigues adelante corre que te corre hasta la siguiente. Hay quién el hito siguiente lo ve como una meta y quién como un obstáculo. Pero llegados no queda más remedio que lanzarse sobre ellas y seguir caminando. Las edades son, por nuestra forma de afrontarlas, más una carrera de fondo con fosos, ría y vallas varias que una carrera de vallas con barreras todas iguales a intervalos regulares. De esa variedad en la forma y percecpción de los hitos, que generalmente coinciden con las edades redondas, surge una especie de efecto doppler aplicado a la auto percepción de la edad, que hace que el ruido que las anuncia estalle cuando las pasas y se vaya desvaneciendo. Uno es adolescente y piensa en los veinte como el final de la vida loca. Luego se da cuenta que podrían ser los treinta, y los cuarenta, y los cincuenta y los… Me paro en los cincuenta. Es el último foso que acabo de saltar. Una edad redonda. Temida cuando estás lejos y gloriosa cuando estás encima. Es la edad de oro. Es el medio siglo. La eLe en números romanos. No es para tanto. Tienes cincuenta. Y estás tan fresco. Y de repente, llega un día, pasas una hoja del calendario y zas, tienes cincuentayuno. La edad se angula y se afila. Todos los miedos que tenías con los cincuenta y resultaron injustificados vuelven y de repente te das cuenta que ya no tienes cincuenta, sino más de cincuenta. Y sólo ha pasado un día, pero tardarás nueve años en cambiarlo. Menos mal que a mitad de camino tienes los 55, bonito capicua para ir redondeando el ángulo.
El 51 se abomba y se convierte en 53, el tres te mira a los ojos, de reojo siendo 5, le tapas justo los huecos , estiras un poco el cuello , ay y ya estamos jugando con el 6…..