Desempleado

Dice la Real Academia que desempleado es algo o alguien que se halla en situación de paro forzoso. Es curiosa la lengua y sus definiciones. De aquella acepción que tienen el verbo emplear, la que le equipara con usar se va perdiendo el rastro hasta que llegas a la realidad que tan fríamente describe la Academia. Mal hecho. Porque si algo caracteriza al desempleado no es el paro forzoso en que le dicen que se encuentra, sino la falta de uso a que la sociedad condena su capacidad y su experiencia. Yo no paro. Ni siquiera a la fuerza. Yo amanezco cada día y me invento un reto nuevo, y cuando no me lo invento ya se encarga la administración de proponerme un nuevo reto, tan complejo como absurdo.

No es fácil ser desempleado. Tienes mucho que estudiar y poco que aprender, salvo el arte que se dan algunos organismos presuntamente al servicio de la sociedad para justificar su propia existencia haciendo más complicada la de los demás.

Al final, en este como en muchos otros casos, a golpe de reglamento, procedimiento, curso y recurso, la realidad se nos muere y la terminamos dejando sepultada bajo toneladas de inútiles papeles. Sólo a veces reaparece en toda su crudeza.

Desempleado es aquel a quien la sociedad formó, dio experiencia, vistió y alimentó, para no usarlo en absoluto. Y esa falta de uso es, se mire como se mire, un desperdicio, por más que la vida se empeñe en tratar de convencer al desempleado de que el desperdicio es él. Y lo triste es que este desempleo no es imprescindible para la sociedad en su conjunto, sino para el conjunto de Sociedades, limitadas, anónimas, laborales o deportivas, para las que lo único que cuenta es la cuenta de resultados. Esas Sociedades que usan y emplean para su propio beneficio lo que la Sociedad, como conjunto de seres humanos, produce y que cuando no les resulta rentable reducen al paro forzoso y llaman desemplados a quienes no es que sobren en sí, sino que les sobran a ellos.

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