Polideportivo de Mendizorroza. martes 12, 20:30 horas. Bryant Jones, Director, Barítono y Piano; Lisa Jackson, Soprano; Debra Lane, Alto; Jeannie Lightfoot, alto; Cantrell Ward, soprano; Tim White, Tenor. Tres cuartos de entrada.
El concierto empezó tarde, cosa de las tecnologías. Más de uno de los abonados echaba de menos los tiempos aquellos en los que un rudimentario a la par que mecánico artefacto perforaba el cuadradito correspondiente al día que tocaba en el abono. Un abono de cartulina. Rudimentario. Ahora “semos” más modernos. Ponemos un QR y no hace falta picar la entrada o el abono de forma tan rudimentaria. Lo único que hace falta es que el móvil acierte con el QR (el cuadrito ese que parece un laberinto de los que ponen en los pasatiempos) lo identifique, lo procese y lo eleve a las nubes, cosa que lleva más tiempo que lo antiguo y así se formó la cola que se formó y así hubo que esperar hasta que la genté entró, en la cuarenta edición del Jazz Vitoria y en el siglo XXI del progreso y las nuevas tecnologías.
Pero volviendo a las nubes, o por más decir al cielo que nos cubre sobre ellas, una vez todos sentados comenzó el ya tradicional y beatífico día del gospel en nuestro festival. Se nos anunció el mejor grupo de gospel del mundo, y que voy a decir yo, que siendo cosa de ángeles, que sean ellos los que ratifiquen o desmientan el enunciado. Yo básicamente puedo decir que me aburrí. Cada vez me aburre más el Gospel. Es más, contra más lo entiendo menos lo participo. Cierto es que todos los músicos tienen mensaje y lo trasladan, por exceso o por defecto, pero a mi en concreto el mensaje este tan cristinao, yo que soy como mucho agnóstico, y tan americano, yo que soy más bien europeo, cada vez me rechina más. Hallelujah y gloria dios, amen. Clap your hands.
Lo cierto es que también puede influir que tenía sueño. Había dormido poco y pasado el día conduciendo. Entre el sopor a veces me trasladaba a mi infancia, y me venían a la mente las clases de ingés de Don Celedonio Unzalu, el “kele”. El repertorio me ayudaba. El Nobody Knows, el He’s got the whole word…
La gente contenta, como siempre, hasta mecheritos se agitaron (bueno, que no eran mecheros, que en consonancia con la modernidad del picado de entradas no eran mecheros sino linternas). Acabamos la función y a casa. Dios es grande y el gospel su profeta. Para lo del Jazz vuelva usted mañana.
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