Ruthie Foster y Taj Mahal Trío

Segunda de abono. Miércoles 13 de julio de 2016. 21:00. Polideportivo de Medizorroza. Ruthie Foster, guitarra y voz; Hadden Sayers, guitarra (sustituye al anunciado Scotty Miller); Larry Fulcher, bajo; Samantha Banks, batería. Taj Mahal Trío. Taj Mahal, guitarras, teclado y voz; Eddie Rich, bajo; Kester Smith, batería.

Noche de Blues. Hace años era un ingrediente tan habitual del festival gasteiztarra como hoy lo es la de Gospel. Llevábamos unos años de sequía. Una buena noticia recuperarla para este cuarenta aniversario.

Abrió la noche Ruthie Foster. A las segundas de cambio sembró por Mendi Small Town blues, muy en la línea de los Delta blues. Luego ya avisó de su pasión por el gospel, y por el country añadiría yo. Y su concierto discurrió plácido. Hasta bonito. Suele decirse para alabar a cantantes blancas que tienen voz de cantante negra. Con Ruthie cabría decir el elogio simétrico, es una cantante negra que a veces canta como si fuese blanca. Más que blues era, como decía antes, gospel, country, música y canción. Por momentos recordaba a Tracy Chapman, por momentos no. A la guitarra el sustituto del anunciado Scotty Miller dejó el pabellón bien alto. PErdimos la mandolina pero ganamos un excelente guitarrista. El solo que se marcó el bajista, muy eficaz durante toda la noche fue de los de recordar, exprimiendo todo el abanico de sonoridad de su bajo de cinco cuerdas. Travelin Shoes se titulaba el tema en el que lo hizo. Merece la pena buscarlo y oirlo, con solo o sin él. Buen sabor de boca para comer el bocadillo y esperar a Taj Mahal.

Taj Mahal es viejo, y sabio, en el buen sentido de la palabra en ambos casos. Fue un concierto traquilo, plácido como lo había sido el anterior. Bluses tradicionales, el bules del pescador, etc. etc. que se fueron deslizando por un camino hacia las raices de la música negra, sonando por momentos a reggeae y culminando en una pieza netamente africana, tras lo que volvió el blues. Un repertorio de instrumentos de cuerda pasaron por sus manos. Su guitarra habitual, de caja metálica y muchos agujeritos, el banjo, “la niña”, guitarras acústicas, española, una electrica de caja ancha, y con cada una el sonido de su voz, menos cascada de lo que a su edad acostumbrar otros bluesman. El final del concierto nos regaló con un par de blues muy intensos, y trabajósamente se despidió. Un lujo. Un tipo muy salado que habalba solo frente al micro en un curioso castellano. “¿Blusero? Blues, blues blues… Tanguero, tango, tango tango… guitarra flamenco, flamenco, flamenco, flamenco… Ayyyyyy” jajajaj soltó entre tema y tema.

En fin, todo un encanto de noche para ir a casa con la sonrisa puesta y una extraña sensación de placidez.

 

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