La religión de mi tiempo. Pasolini, Pier Paolo

Tí­tulo: La religión de mi tiempo.
Autor: Pasolini, Pier Paolo
Origen: Italia,  siglo XX
Edición: Nórdica libros, Madrid, 2015
ISBN: 978-84-16112-78-4
Adquisición: Comprado en Elkar en 2015
Terminado de leer en Septiembre de 2016
Mi referencia : A-00134.

Comentario: De Pasolini conocía su faceta como cineasta, había oido hablar de su activismo político, y tenía noticias de su figura. No lo tenía por poeta, por eso, cuando vi el libro en el estante me dije allá voy. Sabia intuición. El Pasolini poeta que habita en las páginas d eeste libro me ha sorprendido. Y es que la poesía tiene siempre un algo de confesión, y si no hace mucho comentaba una recopilación de poemas de Bukowski, hoy me ocurre algo parecido con Pasolini.

El libro recoge poemas que van desde 1957 hasta 1970. Pasolini fue asesinado en 1975. Su poesía es lírica, elegante, poética. Pero a la vez no es solo un ejercicio floral, sino un espejo del compromiso, a veces militante, a veces discordante.

Hay poemas que son como ensayos, otros que suenan a canciones, los hay que son una poética y hasta un tratado de la historia de la poesía y hasta de la cultura, y hasta hay un guión en verso.

Pasolini a lo largo del libro se suma a la legión de los desencatados cantores de la revolución a los que las organizaciones, los dogmas y la ortodoxia forzada de las vanguardias revolucionarias alejan de si mismos y hunden en si mismos y en sus principios irrenunciables, de que no hay principio que merezca la pena si el precio es un mundo gris y sin poemas. El derecho a la heterodoxia, a la crítica, o incluso a no ser un palmero sumiso y obidiente. Maiakowski, Dalton, Pasolini. Todos clamando su libertad para ser incluso más revolucionarios que los comisarios que desconfían de su apuesta vital y vitalista. Pasolini canta además al amor, un amor las más de las veces desengañado y hasta un pelín triste, un amor prohibido o cuando menos cohibido por la falta de entendimiento.

Dios mío, pero entonces ¿qué
se puede decir en su defensa?
¿En mi defensa?- (un balbuceo infame,
no he tomado los optalidones, me tiembla la voz
de muchacho enfermo)-
¿En mi defensa? Una desesperada vitalidad.

 

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