Publicado en Diario de Noticias de Álava el domingo 25 de septiembre de 2016 (jornada electoral para el parlamento vasco)
Nos convencieron de que la evolución era un proceso en el que íbamos mejorando pero no nos contaron toda la verdad. Días como hoy, esos que antaño se llamaban de la gran fiesta de la democracia, ayudan a darse cuenta. A fuerza de repetirse les ha pasado algo parecido a la madre de todas las batallas, convertida en madre de familia numerosa, a las bodas del siglo convertidas en divorcios de la tarde o al partido del año, que ha terminado por serlo casi de la semana. Son tantos que ya no destacan. Pero volviendo a la evolución y al partido del año que ya es casi algo diario, lo que no nos contaron es que efectivamente evolucionar es mejorar, pero más para unos que para otros.
Los romanos, esos que según Obelix estaban locos, inventaron hace casi dos mil años la cosa esa del pan y circo, panem et circenses, que diría Juvenal. Las clases dirigentes del imperio organizaban espectáculos y repartos de pan para tener a las masas distraídas y calladas. Bueno, calladas del todo no, los romanos gritaban como posesos en la grada del Circo Máximo animando a sus colores. La cosa iba tan bien que al final hasta la más remota provincia del imperio tenía su circo, fuese grande o pequeño, para poder así los unos gestionar a su antojo y sin sobresaltos los asuntos y haciendas de los otros. Casi como hoy, pero en algo hemos evolucionado.
Los romanos dirigentes pagaban de su bolsillo panes y espectáculos y a los de la grada lo de andar despistados les salía gratis, pero hoy los de la grada pagamos la entrada y nos llevamos el bocadillo de casa. Nos distraen y encima ganan dinero. Y nosotros como los romanos, viendo a las mismas cuadrigas dando vueltas y vueltas al anillo, gritando desaforados y luciendo con orgullo nuestros colores respectivos. Eso sí, cada vez más ligeros de bolsillo, de estómago y de cerebro. En fin, seguimos evolucionando.
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