Publicado en Diario de Noticias de Álava el domingo 6 de noviembre de 2016
Haciendo memoria recuerdo aquel diálogo recurrente entre Julio II (Rex Harrison), de profesión Papa y guerrero y Miguel Ángel Buonarroti (Charlton Heston), de profesión sus artes. Cada vez que el Papa se acercaba a ver como iban los frescos de la Sixtina preguntaba ¿cuándo terminarás? y Miguel Ángel, desde el andamio, respondía: Cuando acabe.
Haciendo memoria recuerdo también que hace años para decir que algo era interminable se decía que era como las obras del Escorial. Y puestos a seguir haciendo memoria, me trae esta a cierto gallego de infausto recuerdo fascinado por la grandeza de Felipe II y su Escorial. Tal era su fascinación que sembró a diestro y siniestro, sobre todo a siniestro, la geografía del imperio con sedes oficiales de estilo neoherreriano.
Vitoria no escapó a esa manía, y ahí tenemos a Don Justo de Olaguibel sufriendo al ver cómo su calle alberga nuestro escorialillo. Paradojas vitorianas.
El caso es que al dichoso escorialillo le ha dado por ponerse a hacer memoria y ha contagiado su esencia de obra eterna a una que uno ya casi ni recuerda lo qué era, ni cuándo empezó, ni qué debería terminar siendo. Me refiero a la que desde tiempo inmemorial ocupa el interior de un edificio que, después de ser vallado, cada vez se parece más al aspecto que, haciendo memoria, tenía cuando se quemó como teatro allá por 1914 y acabó por convertirse en banco allá por 1920.
Cuando uno pasa por allí y ve la gran actividad se imagina al contratista paseando por el solar desmantelado y poblado de andamios preguntando al operario solitario: ¿Cuándo terminarás? y a éste desde lo alto, como un Miguel Ángel del ladrillo y el cemento, respondiendo: Cuando acabe. Y el caso es que, haciendo memoria, resulta que la obra en cuestión, según creo recordar, debía tener por objeto albergar el Centro de la Memoria. En fin, una paradoja más.
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