Publicado en Diario de Noticias de Álava el domingo 23 de abril de 2017
Seguimos por aquí desarrollando ingenio y enriqueciendo el refranero. Atrás quedó aquello de que no por mucho madrugar amanece más temprano. Nos hemos superado y hemos aprendido que no por mucho madrugar aterrizas más temprano. Y es que hasta el mismísimo Adriano ya dejó dicho aquello de que acertar antes de tiempo es una forma más de estar equivocado, y a todos nos han recordado alguna vez que llegar antes de la hora es casi, casi de mala educación. De hecho, ¿quién no ha estado alguna vez dando vueltas a la manzana o viendo escaparates para hacer tiempo y llegar en punto? Claro que la cosa cambia cuando las vueltas las das a la Llanada, a unos cientos metros de altura y en compañía de todo un tropel de involuntarios madrugadores arrejuntados en una lata y quemando keroseno. Y claro, lo primero que piensas es que al final, aquello que siempre decíamos cuando nos proponían un madrugón de que a esas horas no estaban puestas las calles pues va a resultar que con los aeropuertos pasa. Y de ahí a pedir que madruguen más los que ponen los aeropuertos, o incluso a llamarles dormilones es todo uno. Pero la cosa es que en realidad, lo del horario es algo conocido, de forma que la pregunta se revuelve contra el comandante ese que se convierte en speaker y hasta casi monologuista para entretener a la tropa o más aún contra el responsable de la compañía, que manda a su pasaje a dar vueltas quién sabe por qué, pero bien sabe por dónde.
La verdad es que esto de las horas y las vueltas, aderezado con los debates de rango hasta parlamentario, es toda una metáfora de la vida. Unos debaten, otros discuten, unos reivindican, otros esgrimen informes y mientras tanto, la ciudadanía, en las nubes y dando vueltas hasta que nos llega la hora. Eso sí, bien madrugados y hasta contentos por haber salido antes de tiempo para llegar puntuales a ella.
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