Publicado en Diario de Noticias de Álava el domingo 28 de mayo de 2017
“Nos hemos reunido aquí para celebrar la muerte de…” Así solían empezar las homilías de los funerales que nos tocó compartir más de una vez y que tú aborrecías. Por eso un día me pediste que te dejase escrito el sermón del tuyo. Te dije que sí, pero no veía motivos para la prisa. Solías recordármelo y hasta a veces presumías de ello. La cosa es que al final te me has adelantado y aquí estoy, sudando lágrimas para cumplir con el encargo este que ya no podrás corregir. Yo hubiese empezado por algo íntimo, así entre tú y yo. Habría hablado de los buenos ratos que compartimos, de tus cumpleaños, de esas noches de Fiestas, de nocheviejas y de comidas de empresa. De cómo eras siempre la alegría de la huerta, de la plaza o de la mesa. De tu sonrisa constante, de tu ingenuidad apabullante. Te habría recordado dando collejas al grito de “idioto”, poniendo cara resignada cuando confesabas tus chascos y pícara cuando contabas chascarrillos. Pero habría hablado también de la Marisol que me acompañó en días tristes de mi vida, e incluso en el peor de ellos. Hubiese concluido con que lo que te hacía grande era hacer todo fácil y sencillo. No hubiese terminado sin hablar de los lazos de amistad que nos unieron a esta multitud de “sin amigos” que, hoy más que nunca, necesitamos apoyarnos unos en otros para que los buenos recuerdos que nos dejas desalojen de nuestra cabeza los ratos amargos. Porque en la vida se recuerda a aquellos con los que pasamos buenos momentos, y nunca se olvida a los que están con nosotros en los malos, y tú cumples ambas condiciones. Por eso, al pasar a limpio las notas de tu encargo tengo al menos claro cómo hubiese comenzado… Nos hemos reunido aquí, y nos seguiremos reuniendo donde sea, para dolernos de tu ausencia, sí, pero también para celebrar haberte conocido y asegurarte juntos larga vida en nuestro recuerdo.
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