Publicado en Diario de Noticias de Álava el domingo 25 de junio de 2017
Así empiezan unos versos del bueno de Juan Ramón que a todos recomiendo. Unos versos muy queridos en mi casa. Terminan diciendo aquello de… y se quedarán los pájaros cantando.
Se me acaba el curso este domingo y yo me iré. Las clases se quedan vacías, ya no hay columnas. Las radios y las teles se untan de bronceador y los que a lo largo de los meses crudos del invierno os acompañamos, nos vamos. No sé si los pájaros se quedarán o se irán también para otros lados. Pero los que de seguro que se quedarán, y además cantando, serán los de los silbiditos de los grupos del WhatsApp. Y ya sé que es fácil silenciarlos, pero a nada que se te escape uno, el bolso o el bolsillo se te convierte más en una jaula de grillos que en un nido de pájaros. Y es que hay grupos para todo y para todos, hay muchos, quizás incluso demasiados. Y además, como el mundo es un pañuelo, en bastantes de ellos, si no somos los mismos, somos parecidos. Y claro, luego vas, haces un comentario al respecto de las veces que ves la misma foto o el mismo chiste a lo largo y ancho de los grupos, y van los viejos compañeros y te montan un escrache chistoso. Y ahí que se arrancan “El Txino” “Pontxete”, “Kikas”, “Jorge”, “MacLuis”, “El de Ali”, “Tanicho”, “Leo”, “Kike” y alguno más que me olvido y se lían a poner chistes a diario y encima dedicados… Y uno agradecido, no ya por los chistes, que por lo general son malos (otra vez que me crucifican) sino por tener un grupo en el que departimos, y a menudo nos partimos, muchos que un día fuimos compañeros. Que luego la vida nos llevó a cada uno por su lado, y que a cuenta de una cena, y del inevitable grupo de WhatsApp, hablamos hoy más que cuando por hacerlo nos tiraban un borrador a la cabeza en los vetustos pupitres de marias. Y es que la tecnología no siempre es un suplicio, a veces hasta te deja revivir el patio del colegio.
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